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Bucaramanga
Viernes 22 de octubre de 2021 - 12:00 PM

Crisis, vida y esperanza, el precio de una ECMO

Después de una ruleta de emociones, días con eternas 24 horas, el médico Leonardo Salazar Rojas habló desde el cerebro de la Unidad ECMO de la Fundación Cardiovascular de Colombia, la terapia que salvó a unas 120 personas cuya vida dependía de una máquina.

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Leonardo Salazar Rojas, director del programa de ECMO y Corazón Artificial de la Fundación Cardiovascular de Colombia. (Foto: Suministrada / VANGUARDIA)
Leonardo Salazar Rojas, director del programa de ECMO y Corazón Artificial de la Fundación Cardiovascular de Colombia. (Foto: Suministrada / VANGUARDIA)

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Leonardo Salazar Rojas, director del programa de ECMO y Corazón Artificial de la Fundación Cardiovascular de Colombia. (Foto: Suministrada / VANGUARDIA)

Cuando empezó la pandemia, la Fundación Cardiovascular de Colombia atendía simultáneamente a nueve pacientes en ECMO, en estos momentos la capacidad es de 24 adultos y tres niños. (Foto: Suministrada / VANGUARDIA)
Cuando empezó la pandemia, la Fundación Cardiovascular de Colombia atendía simultáneamente a nueve pacientes en ECMO, en estos momentos la capacidad es de 24 adultos y tres niños. (Foto: Suministrada / VANGUARDIA)

Cuando empezó la pandemia, la Fundación Cardiovascular de Colombia atendía simultáneamente a nueve pacientes en ECMO, en estos momentos la capacidad es de 24 adultos y tres niños. (Foto: Suministrada / VANGUARDIA)

Cuando la ventilación mecánica dejó de ser suficiente para los enfermos graves de COVID-19, el Sistema de Oxigenación por Membrana Extracorpórea terminó por convertirse en la última oportunidad de vida para ellos. Todos querían tenerla, pero acceder a esta terapia, en los peores momentos de la pandemia, era casi como ganarse la lotería.

Las redes sociales fueron turbulentas, las llamadas entre contactos no se hicieron esperar y las campañas sociales eran parte de las estrategias de familiares y amigos, para presionar a quienes tenían la responsabilidad de decidir qué paciente entraba allí. Pero, este cupo no se limitaba a vínculos socioeconómicos.

Todos, sin excepción, merecían estar priorizados. Mientras afuera del hospital el clamor no cesaba, adentro la presión física y emocional subía como cuando la fuerza de la sangre quiere empujar contra las paredes de las arterias.

Para Leonardo Salazar Rojas, director del programa de ECMO y Corazón Artificial de la Fundación Cardiovascular de Colombia, el trabajo realizado tuvo un costo emocional muy alto. Lo soportaron muchas personas que, ante la llega del virus, quedaron en primera línea de atención sin saber ni siquiera cómo se podrían guarecer ante un desconocido oleaje de emociones y situaciones.

¿Cuál fue ese costo?

“Ha sido una experiencia muy dura. Me acuerdo del primer pico. Tuve un trastorno de ansiedad que requirió apoyo de psiquiatría. Ver tantas personas fallecer, la carga y horas de trabajo, eso tiene un costo emocional grande que a medida que fue pasando el tiempo de pronto aprendimos a lidiar con eso. Cada pico (de la pandemia) era una crisis emocional”.

¿Qué pasó con la familia?

“Todo lo que vivimos también tuvo un costo importante en nuestras familias e hijos. Los hijos del personal de primera línea enfrentaron el aislamiento social y el abandono de sus padres. En muchas de las familias causó crisis que todavía se están resolviendo”.

¿Qué fue lo más difícil?

“Asignar cupos habiendo tanta necesidad. Tomar una decisión sin absoluta certeza de quién se beneficiaría más. El dilema ético es grande porque cualquier decisión va a generar injusticias y uno debe tomar la decisión que menos injusticia genere”.

¿Qué veía la primera línea?

“Las UCI se volvieron insuficientes y los pacientes morían en urgencias o en pisos sin poder acceder a Unidades de Cuidados Intensivos, el uso de esta terapia se volvía como una lotería. Los pacientes incluso fallecían sin recibir otro tipo de terapia como una ventilación mecánica”.

¿Se sintió presionado?

“Las personas, en medio de su desespero llamaban y presionaban con lo que podían. Uno frente a un hijo enfermo, que se va a morir, hace lo que toque”.

¿De qué manera lo presionaron?

“Desde lo emocional hasta lo económico. Nos enviaban videos del niño rogando porque le salvaran a sus padres o con plantones frente al hospital. También nos decían que vendían el apartamento para comprar un equipo, incluso cuánta plata se necesitaba para que aceptáramos. Con esa presión es difícil no estresarse. No solo es la presión de las ofertas, sino de la gente muriéndose”.

¿Cómo terminó manejándose el tema?

“El Comité de Ética de la FCV primero generó una guías de cómo asignar esos recursos de manera ética. Después el proceso de recepción de pacientes se independizó completamente del equipo que los maneja; es decir, quienes tomaban la decisión de darle ECMO a un paciente, era diferente al equipo que los atendía.”

¿En medio de tanto caos, qué rescata?

“La pandemia nos permitió ayudarle a un número muy grande de personas. Nos permitió conocer familias, compartir con ellos un camino que fue muy doloroso pero que, al final, en la mayoría de ellos, salió bien”.

¿Y de su equipo de trabajo?

“Aprendimos de nuestros límites, de nuestra capacidad. El hecho de haber tenido que manejar tantas situaciones complejas y estresantes hace que el equipo se vuelva más robusto, más capaz de resolver problemas. Todo generó aprendizajes a nivel emocional, humano y médico”.

¿Cuántos son?

“Somos más de 140 personas de diferentes áreas”.

¿Cuántas personas lograron acceder a ECMO?

Las cifras variaron segun la fase de la pandemia. En los picos más críticos teníamos hasta 70 pacientes en lista de espera, ahora es diferente. Pero, en promedio, de cada 20 pacientes que necesitaban ECMO, atendimos uno”.

¿Todos se salvaron?

“No. Nosotros ponemos en ECMO pacientes que tienen un riesgo de muerte mayor al 80%. En la FCV tenemos una mortalidad del 32%, es decir una tasa de sobrevivencia del 68%. Lamentablemente aún con esta terapia existe una mortalidad importante, pero mucho menor que si solo se manejara con ventilación mecánica”.

¿Cuánto dura un paciente en ECMO?

“Tuvimos un paciente que duró siete meses, ya está en su casa y no requirió trasplante pulmonar. Todavía tenemos pacientes que llevan seis meses, porque esperan trasplante pulmonar.”

¿Todos duran ese tiempo?

“No todas las personas se enferman igual de graves. La mayoría que requieren ECMO se recuperan entre cuatro y seis semanas”.

¿Cómo es el proceso?

“Se les pone ECMO, terminan y más o menos a las ocho semanas salen del hospital. Entre cuatro y seis semanas tienen una capacidad física similar a la que tenían antes de la enfermedad. En quienes se enferman más grave, se toma más tiempo porque son pacientes que salen con más compromiso funcional de su capacidad respiratoria y requieren procesos de rehabilitación más extensos que pueden durar más de un año”.

¿Qué tan viable es donar una ECMO?

“Los instrumentos sin quién los maneje no tienen ninguna utilidad y pueden incluso volverse peligrosos. Si un equipo de estos tan sofisticado lo maneja una persona sin entrenamiento, lo más probable es que no genere ningún beneficio, sino que cause un daño”.

Entonces, ¿cuál es la prioridad?

“Realmente, entrenar equipos multidisciplinarios que tienen capacidad de manejar estos sistemas de manera exitosa. En eso es en lo que estamos concentrados. En alguna época teníamos muy pocos equipos, se consiguieron algunos a través de una campaña de donación, pero nosotros nos demoramos meses y años formando personas para manejarlos”.

¿Hace cuánto empezó la Fundación Cardiovascular de Colombia con ECMO?

“Desde 2007. En ese momento, la terapia no se hacia en Colombia y en América Latina solo estaba en Chile. Esta es una terapia que utiliza tecnología para reemplazar la función del pulmón y el corazón por fuera del cuerpo. La empezamos a hacer para que la FCV se desarrollara como un centro de referencia internacional”.

¿Fue difícil?

“Sí. En ese época había mucha dificultad porque no existían en Colombia los insumos para esa terapia. Tuvimos que hacer adaptaciones. Pero a partir del 2010 comenzamos a ayudar a entrenar a otros centros, prácticamente todos los centros que hacen esta terapia en América Latina, los hemos entrenado nosotros acá en Bucaramanga”.

¿Cuándo empezó a tener más uso?

“Esta terapia inicialmente era muy limitada y muy desconocida. Comenzó a tener más uso desde la pandemia de influenza H1N1, a partir del 2012. Pero, realmente el conocimiento de esta terapia ya a nivel generalizado ocurrió por la pandemia de COVID-19”.

¿Por qué hay tan pocas unidades ECMO en el mundo?

“Es una terapia de alta tecnología, sofisticada, con complejidad en su manejo que requiere un equipo multidisciplinario, con un nivel de entrenamiento muy alto. La dificultad no es tanto conseguir los equipos o los sistemas, sino conseguir entrenar a todo el equipo de varias disciplinas que incluyen médicos intensivistas, enfermeras de medicina crítica, terapeutas físicos y respiratorios, terapeutas del lenguaje, terapeutas ocupacionales, especialistas en neumología y en cirugía cardiaca. Son muchas personas de diferentes profesiones y disciplinas que deben aprender a trabajar de manera coordinada”.

¿Cuánto dura un entrenamiento de todo un equipo para una ECMO?

“Entrenamos médicos que duraron tres o cuatro años especializándose, más un año haciéndoles un entrenamiento de tiempo completo y dedicación exclusiva para que puedan tener la experiencia, la capacidad de tomar decisiones e implementarlas con éxito en esa terapia”.

¿Se han tenido niños en ECMO?

“El ECMO realmente nació como una terapia para niños y después fue que se aplicó en adultos. Nosotros cuando empezamos en el 2007 empezamos solo en niños y empezamos a usarlo en adultos tres años después”.

¿Cuántos pacientes se han atendido en la FCV desde 2007?

“Más de 760 pacientes con esta terapia y durante la pandemia 173 pacientes con COVID”.

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Publicado por Ingrid Paola Albis Pérez

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