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Bucaramanga
Sábado 25 de julio de 2020 - 12:00 PM

Eso no se supera, mi hija de 3 años murió por una bala perdida en Bucaramanga

No paran los casos de personas heridas o muertas por balas perdidas en Bucaramanga. Las estadísticas preocupan. Una madre que perdió a su hija de tres años habla de su tragedia. Escúchela en el podcast A Contra Corriente de Vanguardia.com

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Luego de los disparos la peatonal se llena de vecinos asustados. Hirieron a las dos niñas. Les dispararon. La versión toma todos los rumbos en el norte de Bucaramanga, zona acostumbrada al vaivén feroz de la vida. Se trasladan heridas en una patrulla de la Policía. La gente señala los rastros de sangre que quedaron en el cemento. Marca de las nuevas víctimas que dejan las disputas por venta de alucinógenos. Pudo haber sido cualquiera. El joven de la esquina que sale a esa hora a buscar a sus amigos. El niño que camina con el mandado de la tienda para la cena de esa noche. El jubilado que se asoma, como de costumbre, a la puerta de su casa para ver qué ha pasado en la cuadra. Todos pudieron ser la noticia. Pero fueron ellas. Se trata de unas niñas de tres y cinco años. Caminan de la mano y juegan, cuando dos proyectiles las encuentran. Uno entra por la mejilla y se aloja en el cráneo. A la otra pequeña le perfora el tórax. Allí comienza la pesadilla para su mamá. Ella está unos metros atrás en esa peatonal del barrio la Transición. Fueron las niñas. Ellas libran una batalla contra la muerte. Fueron las niñas, pero pudo ser cualquiera.

- También la hirieron a Jenny...

Las voces hacen referencia a una mujer de 32 años, quien conversa con unos amigos en la calle. Son las 8:30 p.m. La noche del sábado 6 de abril de 2019 apenas comienza. Quien dispara es un joven de 16 años, acompañado de dos hombres. Él atenta contra la vida de su propia tía. La mujer tiene heridas en la pierna derecha, el hombro y un antebrazo. Va en la misma patrulla de la Policía con las niñas al Hospital del Norte. Minutos atrás, el adolescente, sin pronunciar palabra, al llegar a la cuadra activa el arma. Es una escopeta artesanal. Las niñas, ajenas al conflicto entre estas personas, están en la línea de fuego. Dos balas perdidas cambian la vida a esta familia, que hoy, 15 meses después, huye de la violencia. Transitan con dolor sus días. Cuando se sienten valientes, espantan el miedo. A veces pierden esa pelea.

Como las dos niñas, más de 1.500 personas en el país, en la última década, han sido víctimas de disparos que no iban dirigidos a ellas. En el último año esta cifra involucra a más de 180 colombianos, muchos de ellos perdieron la vida o quedaron con graves secuelas físicas y sicológicas. Al menos siete menores de edad han sido víctimas de las balas perdidas entre 2019 y lo que va de 2020 en el área metropolitana de Bucaramanga. El caso más reciente ocurrió hace dos semanas, el pasado 13 de julio, a las 12:30 del mediodía, en el barrio Miraflores de Morrorrico. Una niña de 4 años murió producto de un disparo en la cabeza, en medio de un atentado dirigido contra su mamá.

En el sector conocido como ‘La Quebrada’, parte baja del barrio Miraflores, donde las calles peatonales y las escaleras forman un laberinto de cemento, la mujer y su hija son atacadas por un sujeto. Abre fuego con un revólver. Una bala alcanza a la niña en la cabeza y otra a la mamá en un brazo. Aunque las causas del ataque aún son investigadas por la Fiscalía y la Policía, se presume su relación con disputas por el tráfico de estupefacientes. El homicida huye por las escaleras. Toma un taxi. Cuadras adelante es detenido por la Policía.

- Eso es tener un corazón muy desalmado. Arrebatarle la vida a una niña...

Dice el padre de la menor, quien explica que está separado de la mamá, al tiempo que pide a las autoridades que indaguen y castiguen a los actores intelectuales del homicidio de su pequeña. Una muerte más por tiroteos en Bucaramanga. Una niña con una vida breve por culpa de los violentos. Una fatídica pregunta queda en el aire al escuchar a este hombre: ¿Quién será la siguiente víctima?

Corrimos

A los 24 años, la mamá de las niñas en 2019 trabajaba en una zapatería. Ese sábado salía regularmente a las 6:00 p.m., pero ese día tuvo que ocuparse dos horas más en el taller. Luego fue por sus hijas. Pasaron el día con una familiar, que las cuida a cambio de dinero. Las saluda. Pregunta cómo se portaron. Les pide que se alisten. Van para la casa, ubicada en otro sector del barrio Transición.

- Yo iba atrás. Ellas dos caminaban adelante cogidas de la mano. Ellas siempre llegaban a una casa o un punto en la calle, y les decía espérenme. Ellas paraban y me esperaban. Ya iba a llegar donde estaban, cuando dispararon...

La siguiente imagen que recuerda esta mujer, de unos ojos cafés claros pero muy tristes, es a sus dos hijas en el piso. Dice que se escucharon dos disparos más. En esa confusión no se identifica a los gatilleros. Solo quería llegar hasta donde estaban sus hijas, que sangraban.

- Cuando escuché el primer disparo quedé en shock. Lo único que hice fue intentar tomar a mis hijas y pedir auxilio. Al principio nadie me ayudaba...

Un muchacho sale de la nada. Toma a la niña de cinco años que sangra de la cabeza. Ella resguarda a la más pequeña. La herida está en el pecho. “¡Corra!”, le grita el joven desconocido.

- Corrimos. En ese momento iba pasando una patrulla de la Policía. Él les gritó. Se detuvieron y nos auxiliaron. Cuando la patrulla dio la vuelta para tomar para el hospital. Gritaron que había otra herida. Era la tía del muchacho. Subieron a la señora y nos fuimos...

Para ese entonces esta mamá sumaba cuatro meses de embarazo. No la dejan pasar a urgencias en el hospital. Espera en una sala de baldosas blancas. Al otro lado de la puerta están sus hijas. Ve enfermeras correr. Unos minutos atrás ellas reían. Ahora pierde la calma por ellas. Pierde. Pierde todo. El tiempo pasa. Nadie dice nada. La gente la mira.

- Mamá, debo informarle que la niña ingresó sin signos vitales...

La mujer se derrumba. Esas seis palabras le rompen la vida para siempre. Se trataba de su hija más pequeña. Su vida duró tres años. Le explican que la otra niña es remitida al Hospital Universitario de Santander, debido a la complejidad del impacto en la cabeza. Esa noche las víctimas de la violencia no eran los otros, fueron sus hijas. Podría ser cualquiera. Alguien dijo que fue cuestión de suerte. De mala suerte. Ella lo niega. No fue mala suerte. Fue la violencia de las drogas. Sus hijas fueron centro de noticias, ignoradas por media Bucaramanga que aún no siente como propia la tragedia que causa el consumo de sustancias alucinógenas.

- Mi otra hija estuvo entre la vida y la muerte, pero sobrevivió. Quedó con una esquirla en la cabeza. Fue un milagro que viviera. Está en controles permanentes con los doctores y tomando medicina para que no convulsione...

Su corazón está seco. Esta mujer tuvo que huir del área metropolitana de Bucaramanga. Sí, le sobra dolor.

- Me tocó irme de Bucaramanga. Empecé a recibir amenazas de la familia del muchacho que disparó. Nos tocó dejar la casa. Nadie sabe dónde nosotros vivimos. Hace tiempo estuve en el centro de Bucaramanga, me encontré un familiar de la persona que disparó, me insultó, me trató mal. Me iba a dar hasta cuchillo. Eso fue terrible. Hicieron lo que quisieron y más encima les salimos a deber.

El pasado 17 de septiembre, ese muchacho fue cobijado con una sanción de siete años de privación de la libertad en un Centro de Atención Especializada del área metropolitana. Cuando disparó y mató a la niña tenía 16 años.


- Él me genera odio. Solo digo que lo perdone Dios. Lo que él hizo no tiene perdón. Pagan justos por pecadores. Más una niña inocente...


La hermanita de la pequeña, en la actualidad de seis años, al mes tiene dos citas con sicología por parte de su EPS. Insuficientes para esta mujer, quien no sabe qué responder cuándo su hija hace preguntas.


- Mami, ¿por qué nos pasó eso?


Esta mujer no tiene muchas respuestas. Su pequeña hija, ahora en el cielo, seguirá siendo la niña de las flores, porque le encantaba tomarlas de los jardines y sonreír como solo ella sabía hacerlo. Para esta madre su hija no se ha ido y nunca se irá. Ella está tatuada con esa marca que solo los padres les dan a los hijos y viceversa. Pacto que sobrevive a los años, a las distancias y a la muerte. Al final le pregunto cómo hace para seguir adelante. Su respuesta arruga el alma. Su alma está en ruinas.


- No sé cómo hago. Cómo hago para levantarme, cómo para acostarme. Yo me pregunto eso. ¿Cómo hago? Cosas de mi Dios. Dios es el que me ha dado fuerzas. Hay días en que me paro mal. Otras noches en que me acuesto pensando en ella. Me sueño con ella. Me ha tocado salir adelante por mis dos hijos. Uno queda muerto en vida. Perder un hijo no es fácil. Eso nunca se lo deseo a nadie.


La lista de víctimas de balas perdidas no deja de crecer. La gran preocupación es que en el área metropolitana de Bucaramanga un tiroteo comience y una bala nos encuentre.


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Publicado por Juan Carlos Gutiérrez

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