jueves, 01 junio 2023
domingo 26 de marzo de 2023 - 12:00 AM

Informe especial | Víctimas de asesinos en serie siguen a la espera de justicia

En Colombia se ha registrado al menos una veintena de asesinos seriales que a la hora de llegar a los estrados judiciales terminan en prisión por un solo caso, en medio de una exhibición mediática que los lleva a ser más populares que las propias víctimas. Todo ante la ausencia de una política criminal.

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En Colombia existe un dato que suele tener pocos reflectores: más de 500 víctimas repartidas en al menos una veintena de asesinos seriales, cuya ola de crímenes a mediados del siglo XX y lo que ha corrido del XXI, deja ver la fragilidad del sistema judicial. Para la muestra un dato más: en el espectro de la violencia de nuestro país figura el que ha sido considerado el “mayor asesino serial del mundo”, llamado Pedro Alonso López, apodado el “Monstruo de los Andes”, quien se paseó por el sur del país, Ecuador y Perú, y dejó al menos 350 niñas asesinadas.

López, de tendencia sádica, rutinaria y sistemática en sus ataques, seducía a menores pobres, las llevaba a lugares apartados, las violaba, golpeaba y estrangulaba. Luego, se abrazaba a los cadáveres esperando a que estos se enfriaran y así abandonarlos.

En 1981, lo sentenciaron a 16 años de prisión en Ecuador donde fue capturado; es decir, solo por uno de los crímenes que cometió, ya que en el sistema judicial de ese país como en el de Colombia, las penas no son acumulables. En 1994 quedó en libertad y fue deportado al país, pero fue requerido por la autoridad judicial de El Espinal, Tolima, ante nuevos casos: la muerte de al menos una docena de niñas, hechos que ocurrieron en medio de las visitas que hacía a sus familiares tras abandonar territorio ecuatoriano y peruano.

En 1998 fue liberado nuevamente y se le obligó a presentarse en el Anexo Psiquiátrico de la Cárcel Modelo de Bogotá cada cierto tiempo, lo cual nunca cumplió. Su rastro se perdió. La noticia llegó hasta el Ecuador, pero jamás se comprobó que hubiese huido a ese país. Lo que sí se conoció fue que visitó a su mamá, Belinda López, en El Espinal, y le reclamó la herencia que le correspondía, y que después tomó rumbo a Bogotá para adoptar una nueva identidad: Israel Céspedes. Esto le permitió moverse con facilidad por el territorio nacional.

Se conoce que el cuerpo de este hombre llegó al Instituto Nacional de Medicina Legal en 2005, pero también se cuenta que sigue vivo, que se radicó en Lérida y Mariquita (Tolima). Otros afirman que permanece en medio de la indigencia, en Bogotá, y una versión más señala que los familiares de las víctimas cobraron venganza.

Este caso, como el de otros asesinos seriales nacidos en Colombia, figuran en la edición actualizada del libro Los monstruos en Colombia sí existen. Asesinos en serie (Ediciones B), del antropólogo, escritor y profesor Esteban Cruz Niño, que recuerda a los lectores personajes siniestros que se hicieron “famosos” por los diarios regionales, la prensa nacional y algunos canales internacionales al reconocer, en la mayoría de los casos, la estela de dolor que dejaron al asesinar y abusar sexualmente a niños, niñas, mujeres y hombres, y que los llevó a ser llamados bestias y monstruos.

Uno de los más recordados es Luis Alfredo Garavito Cubillos, alias “la bestia”, nacido el 25 de enero de 1957 en Génova (Quindío), y que asesinó a más de 180 menores y violó al menos a 200 niños durante casi una década, o uno de los más recientes, capturado en Santander, Luis Gregorio Ramírez Maestre, el “monstruo de Tenerife”, nacido en los años ochenta en Valledupar (Cesar), que acabó con la vida de al menos 30 hombres jóvenes y mototaxistas, y que fue perseguido por las autoridades en al menos ocho ciudades y poblaciones del Caribe y el Magdalena Medio.

¿Por qué volver a traer al presente a estos asesinos seriales? Cruz Niño responde que, más allá de su interés como investigador, busca llamar la atención sobre las víctimas que reclaman justicia. También lo hace a la luz de lo que podría ocurrir con estos hombres a la hora de una reforma judicial en Colombia que no contempla qué hacer con ellos, incluso, con aquellos que tarde o temprano podrían salir de prisión por cumplir la pena o por reducción de la misma, gracias a que terminaron estudios o sobresalieron por su buen comportamiento.

Tal es el caso de Manuel Octavio Bermúdez, el “monstruo de los cañaduzales”, que podría quedar en libertad en 2026. De este se conoce que es un violador compulsivo y asesino serial de más de 20 niños, a quienes después de raptar y abusar sexualmente, los estranguló o asfixió. Solía llevar un cordón de zapato para la última parte de sus actos macabros.

Fue detenido el 18 de julio de 2003 en Pradera, Valle del Cauca, en una “operación fulminante”, como Cruz lo expresa en su libro, “dirigida a capturar a uno de los asesinos seriales más feroces de América Latina”.

Permanece en la cárcel de máxima seguridad “La Tramacúa”, en Valledupar (Cesar), donde también está Garavito, tal vez el asesino serial colombiano más reconocido por la exposición en los medios de comunicación, y del que se conoció en 2020 que estaba en tratamiento médico por padecer leucemia.

En 2021, según el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) y el Juzgado Primero de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de Valledupar, cumplió las 3/5 partes de su condena de 40 años, la cual le fue impuesta por uno de los más de cerca de 200 asesinatos que cometió en casi una década (1992 - 1997). No obstante, permanece en prisión porque económicamente no ha reparado a las víctimas, y esto no lo hace merecedor de la libertad condicional.

Cruz dice que con sus investigaciones busca que el lector tenga una especie de “shock” para que se conozca que estos personajes existen, que viven en un mundo oscuro que no se puede esconder. Añade que las series de plataformas y de televisión los muestran en medio de historias “apasionantes”, mientras en las calles de nuestro país sus apellidos son utilizados para bromear o definir a alguien por sus acciones despiadadas.

“En Colombia, estos asesinos seriales parecieran estrellas, y criminales como Garavito son más famosos que cualquier científico, que cualquier persona que ande por ahí por la calle haciendo cosas buenas. Estos son realmente monstruos”, señala el escritor.

Y es que al escribir este y otros casos como el de Freddy Armando Valencia, “El monstruo de Monserrate”, Cruz quiere “mostrar esas cosas tan fuertes como una forma de sacudir a la sociedad y decir ‘miren, sí existen, tenemos que ponerles atención. Hay un fenómeno que no solo pasa en Estados Unidos, que ocurre a la vuelta de nuestra esquina, y que está causando un daño terrible a la sociedad y a las víctimas’”.

De hecho, “El monstruo de Monserrate”, que fue condenado en julio de 2016 por sólo uno de los crímenes que cometió, vivía en un cambuche que levantó en inmediaciones de la avenida Circunvalar en Bogotá, y encontraba a sus víctimas en el Bronx, a pocas calles del Congreso de la República.

Finalmente, tras ofrecerles drogas y comida, las asfixiaba, las escondía bajo tierra, una sobre otra, en medio de la basura y el reciclaje que recogía. Como lo dieron a conocer los investigadores de la Sijín, en ocasiones, cuando se acordaba de los entierros que tenía debajo del cambuche, desenterraba los cuerpos y los accedía carnalmente. Es decir, practicaba la necrofilia. Se encontraron al menos 11 tumbas en el lugar; sin embargo, Valencia afirmó que eran al menos cien, pero que a veces estaba “tan trabado” que no se acordaba de lo que hacía. Actualmente, permanece en la Cárcel La Picota (Bogotá) y fue diagnosticado con trastorno antisocial de la personalidad conocido como TPA.

Más allá de las reformas, la legislación es la misma

El Ministerio de Justicia presentó en febrero el primer borrador del proyecto con los principales puntos propuestos para la reforma a la justicia. En este se resalta que se “busca humanizar la política criminal y penitenciaria para superar el estado de cosas inconstitucional”.

Asimismo, como aseguró Néstor Osuna, jefe de esta cartera, lo que se pretende es “modernizar el sistema penal y penitenciario de tal modo que le ofrezca a la sociedad lo mejor que puede ofrecerle un sistema de ese tipo”.

Sobre los delitos de la violencia sexual y agresores sexuales de menores de edad, los cuales también se le imputan a los asesinos seriales, lo que el proyecto de reforma expone es que los condenados no podrán acceder a beneficios de casa por cárcel o suspensión de la ejecución de la pena.

Como lo expresa esta iniciativa legislativa, la reforma “le apuesta a que el tiempo que una persona esté privada de la libertad sea un tiempo productivo para él y para la sociedad. En Colombia no existe la cadena perpetua. Todas las personas que fueron condenadas a prisión, tarde o temprano, van a salir de la cárcel”.

Esto significa que asesinos seriales como Garavito, Bermúdez o Valencia, tarde o temprano, podrían quedar en libertad, ya que, según el artículo 31 del Código de Procedimiento Penal (concurso de conductas punibles), a la hora de juzgar a un individuo que comete varios delitos o infrinje varias veces la misma norma, no hay acumulación aritmética de la pena.

“El máximo de penas en Colombia es de 60 años y lo que la reforma plantea es que se baje a 50 años. Nunca vamos a ver condenados a los asesinos seriales a más años de lo que la norma estipula y menos a cadenas perpetuas porque en este país eso no existe, como sí ocurre en el sistema anglosajón, por ejemplo”, explica el abogado penalista, Francisco Casas.

Además, los asesinos en serie se suelen reconocer como sociópatas, es decir, como personas que tienen trastornos mentales y, de hecho, se ha propuesto que sean tratados como inimputables, que no sean destinatarios de penas sino que deberían recibir tratamiento médico. No obstante, esto ha sido rechazado desde distintos ámbitos, ya que estos individuos sí reconocen su inclinación por segar una vida.

“El inimputable no tiene la capacidad de comprender que lo que hace es ilícito y el sociópata sí sabe que lo que hace es ilícito, que es reprochable, y que puede acarrear una sanción. Tanto así que el sociópata, por regla general, siempre procura no ser descubierto, planea para no generar capturas rápidas o incluso, cuando se llega a niveles ya desde lo serial, juegan con la policía dejando pistas como si se tratara de un juego”, comenta Casas.

No se deben romantizar estas historias

A manera de conclusión, Cruz Niño asegura que la ola de violencia que se ha vivido y que se vive en el país ha hecho que casos como los de los asesinos seriales no tengan la atención que se merece: “Hemos tenido la violencia narcoterrorista, la liberal y conservadora, la de los paramilitares, la de las guerrillas, entonces, este tipo de violencia que sería, por mencionarlo de alguna manera, menos organizada, no política, se ha dejado a un lado y hasta se llegan a olvidar”.

También reconoce que las violencias en Colombia son fuertes, y que tanto los ciudadanos como las víctimas las procesan de manera distinta. “Nuestra sociedad, en medio de un mar de sangre, se ha olvidado de estos asesinos que permanecen en prisión o que incluso, pueden permanecer en la calle, pues no sabemos si existen otros”, añade el escritor.

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Xiomara Karina Montañez Monsalve

Comunicadora Social y periodista. Magíster en Ciencia Política y profesora universitaria. Entre 2006 y 2014 me desempeñé como periodista en Vanguardia. Me fui a ser docente de periodismo en la UNAB hasta que, en octubre de 2022, regresé a este diario como editora y creadora de contenidos digitales. Desde 2017 soy moderadora de conversatorios en Ulibro Bucaramanga y en 2018 decidí unirme a la red de periodistas que estudian, cubren y escriben sobre la migración en América Latina. La miniserie documental “Silvia Galvis, huellas y letras” es fruto de una pasión que cultivo gracias a la lectura, la fotografía, el cine y todo aquel que quiera contarme alguna historia.

@equiskmont

xmontanez@vanguardia.com

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