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Colombia
Domingo 14 de agosto de 2022 - 12:00 PM

Jota Indio y los narcos invisibles del Clan del Golfo

Cuando el pasado junio la Policía anunció la incautación de 4,3 toneladas de cocaína del Clan del Golfo en una operación internacional en Italia, al interior del cartel narcotraficante todos quedaron sorprendidos. Eso era de nosotros, se preguntaron los cabecillas, y comenzaron a hacer consultar internas.

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El heredero mafioso de alias “Falcon” al parecer está liderando una rebelión en el cartel criminal.
El heredero mafioso de alias “Falcon” al parecer está liderando una rebelión en el cartel criminal.

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El heredero mafioso de alias “Falcon” al parecer está liderando una rebelión en el cartel criminal.

Con sus lugartenientes confirmaron que la mercancía salió de Zungo Embarcadero, un puerto de Urabá, la región controlada por su tropa, pero nadie les pagó el “impuesto” obligatorio por exportar droga desde sus dominios.

La organización impone a cada traficante una cuota del 25% de las ganancias totales por el despacho del alcaloide. Y les cobra otro 10% por el derecho a transportarlo por sus territorios, desde el punto de acopio hasta el puerto.

El general Jorge Vargas, director de la Policía, afirmó en su momento que el dueño del cargamento, decomisado en diferentes puntos de la costa italiana, era presuntamente Jobanis Ávila Villadiego, alias “Chiquito Malo”, integrante del estado mayor del Clan.

Sin embargo, el aludido ni siquiera estaba enterado del movimiento. ¿Acaso alguien había usado su nombre para vender la droga? ¿Quién podría burlarse del Clan del Golfo, usurpar su marca, su territorio y no pagarles el tributo?

La respuesta a estas preguntas llegó a mediados de julio, en la cárcel La Picota de Bogotá. Allá estaba recluido el extraditable Juan José Valencia Zuluaga (“Falcon” o “Andrea”), un presunto socio del cartel.

El detenido rindió una declaración ante un fiscal de la Dirección Antinarcóticos y varios investigadores de la Dijín y la Dirán, en la cual señaló: “El que ahora va a poner el país patas arriba en Chocó, Antioquia y el Magdalena Medio, es ‘Jota Indio’”.

Fuentes de Inteligencia comentaron que se refería a su otrora compañero de crimen, un hombre que lo acompañó desde sus inicios en la mafia.

“Jota Indio” es, supuestamente, el propietario de aquel despacho de cocaína incautado en Italia y, hoy por hoy, uno de los objetivos priorizados de las agencias de seguridad de Colombia y EE.UU.

Con tan poco tiempo en el radar de las autoridades, ingresó a la categoría con la cual denominan a los traficantes más relevantes de la actualidad: los narcos invisibles.

Empresarios de dos caras

Los narcos tradicionales suelen ser ostentosos, derrochadores y violentos, como expresión de la llamada “cultura traqueta”. Son dueños de ejércitos privados, sus rostros adornan los afiches de los más buscados y algunos tuvieron pasado en estructuras armadas reconocidas, como los carteles de Medellín, Cali o Norte del Valle; las autodefensas paramilitares, las guerrillas o las bandas criminales (Clan del Golfo, “los Rastrojos”, “los Paisas”, “los Machos”, etc.).

No obstante, en los últimos tiempos ha cobrado mayor relevancia en este negocio una nueva generación de traficantes, con un perfil menos llamativo y tal vez más eficaz.

“Los narcos invisibles se camuflan en el empresariado, nadie sospecha de ellos y no tienen antecedentes penales, por lo que se mueven con libertad en el país y el exterior. Con sus ingresos no solo sostienen redes delictivas, sino que también invierten en actividades legales, lo que les deja una fortuna que pueden respaldar con facturas originales ante la Dian, los bancos y cualquier entidad que vigile el flujo de capitales”, explicó un fiscal que lleva años investigando a las mafias.

Los invisibles hacen parte de agremiaciones de ganaderos, caballistas, hoteleros, mineros y constructores; varios son contratistas del Estado y tienen conexiones de alto nivel en la Fuerza Pública y las ramas del poder público (judicial, legislativa y ejecutiva).

“Ellos no demuestran su poder económico frente a todo el mundo, figuran como dueños de algunas cosas, pero una red de testaferros encubre toda su riqueza. Eso sí, pagan muy puntuales los sobornos a la Comisión Segunda del Senado para que le den el ascenso a los generales con los que tienen amistad”, relató un investigador judicial.

En el esquema de operaciones del Clan del Golfo, los invisibles son esenciales para la apertura y consolidación de rutas de exportación de cocaína. Mientras la estructura armada asegura los territorios para el cultivo, procesamiento y transporte del alcaloide (a sangre y fuego la mayoría de las veces), estos narcos consiguen distribuidores y compradores en Centroamérica, EE.UU., Asia, Europa y Oceanía.

En 15 años de actividades del Clan, los traficantes han aprovechado su aparato delictivo para embarcar la droga, bien sea pagando los impuestos o en sociedad con porcentajes equitativos de ganancia.

La Fuerza Pública ya puso tras las rejas o extraditó a varios de ellos, que fueron delatados por sus socios: “Missi”, “Plástico”, “Platino”, “Palomo” y “Falcon”, entre otros.

Algunos invisibles, que posaban como empresarios en Antioquia, se vieron con el agua al cuello y prefirieron entregarse a la DEA. Fue el caso del caballista Óscar Pulgarín Gañán (“Corozo” o “el Señor de los Caballos”) y de Ramiro Caro Pineda (“Nolasco” o “don Hugo”), quienes se sometieron a los gringos en 2015.

“Corozo” era el propietario del famoso Criadero Barcelona para caballos de paso fino, en el municipio de Caldas, y alquilaba sus vehículos Lamborghini para videos de reguetón. Por su parte, “Nolasco” era uno de los hacendados más reconocidos del Occidente antioqueño, donde se relacionaba con ejecutivos y políticos regionales.

Ahora hay una segunda generación de invisibles que trabajan con el Clan del Golfo y las agencias de seguridad están engrosando la lista con sus alias: “Burguer King”, “Medio Labio”, “Junior”, “Lebrón”, “Cholo Banano”, “Vegueta”, “Neco”, “Isaac”, “Chejo” y “Negro Chepe”, entre otros.

Pero todas las miradas parecen apuntar a “Jota Indio”, después de lo dicho por “Falcon” en La Picota.

Buscando independencia

Según los datos recolectados por Inteligencia, “Jota Indio” es un bogotano de 47 años, con cicatrices en los dedos de una mano y, a pesar de vestir ropa fina, una dentadura afeada por el sarro.

De momento no tiene orden de captura, por lo que su identidad se reserva, aunque en los seguimientos la Policía ha constatado que se mueve entre Bogotá, Medellín y el corregimiento de Doradal, en Puerto Triunfo (Antioquia). En estos lugares se presenta como caballista y constructor.

Se transporta en vuelos charter, en una aeronave de marca Beechcraft Super King Air 200, con placa terminada en 41-G, que estaciona en hangares de los aeropuertos El Dorado y Olaya Herrera.

Se formó como narcotraficante en los Llanos Orientales, de la mano de “Falcon” y otros traquetos del Clan del Golfo, como Uldar Cardona (“Pablito”, muerto) y Ómar Noguera (“Boyaco”, condenado).

Con todos ellos fuera del juego, “Jota Indio” heredó rutas de exportación que pasan por Centroamérica, Europa y Dubai, en el Medio Oriente.

Se valió del Clan para crecer a su sombra, pero las fuentes judiciales aseguran que ya pretende independizarse.

Estableció su base de operaciones en el Magdalena Medio y, a sabiendas de que puede haber retaliaciones por su osadía, contrató a cerca de 350 hombres armados (varios exparamilitares) para que le cuiden la espalda y los negocios.

Para tejer su red de narcotráfico, hizo contactos con grupos de Marruecos e Italia, como la mafia ‘Ndrangheta, y en Colombia armó un equipo con otros lugartenientes del Clan, que logró torcer a favor de su causa, con lo que se aseguró unas zonas de despacho en los puertos de Cartagena, Barranquilla y Urabá.

Alias “PCI”, quien antes trabajaba para “Chiquito Malo” en Zungo Embarcadero, fue al parecer quien le ayudó a sacar las 4,3 toneladas de cocaína sin pagar el “impuesto”.

Esa fue la manera en que “Jota Indio” retó a los patrones del Clan del Golfo y, de paso, empezó a perder su invisibilidad.

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Publicado por El Colombiano

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