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Espiritualidad
Viernes 07 de mayo de 2021 - 12:00 PM

La distorsión de nuestra realidad

No podemos seguir nutriendo los pensamientos negativos. Prestémosles más atención a las perspectivas esperanzadoras para evitar contagiarnos del peor de todos los virus: el del pesimismo. Es preciso no perder la fe y mirar nuestro futuro de una forma más entusiasta.

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¿Sabía que la luna, por muy inmensa que sea, es capaz de quedar ‘contenida’ en solo una gota de rocío? Y si no agitamos el agua, la imagen de ella se ve tal y cual es.

Pero si decidimos alterar la armonía del pozo, todo se distorsiona y una sensación de ‘caos’ se apodera de dicho reflejo.

Ese es el efecto que casi siempre causa en nosotros un problema: él suele modificar la realidad y, a veces, sin ser tan grave, termina enviándonos un mensaje distinto de lo que realmente nos está ocurriendo.

Yo interpreto esa reacción como una ‘visión desajustada’ de los acontecimientos.

En la vida cotidiana nos estamos ‘tropezando’ con situaciones que nos están causando bastante malestar y una gran cuota de aflicción.

Lo peor es que, con la crisis que hemos vivido durante el último año, nos hemos acostumbrado a estar sumidos en la negatividad.

Incluso si algo bueno se nos presenta, le restamos importancia y preferimos enfocarnos en lo ‘difícil’ que está el panorama actual.

Al parecer creemos que todo es ‘malo’. ¡Ojo! Si insistimos en esa fea tesis, el entorno seguirá siendo ‘desastroso’.

Tales distorsiones están afectando nuestro ‘día a día’, están poniendo en peligro la autoestima de muchos y, en general, nos están lesionando la salud mental, que incluso ya estaba bastante deteriorada con la pandemia.

¿Por qué se genera todo esto?

Porque nos estamos conectando e identificando demasiado con nuestras emociones negativas y las estamos llevando al límite, haciendo también que la atmósfera de incertidumbre se multiplique y se ‘alborote’ aún más nuestra convulsionada situación.

Si seguimos en ese plan tan aburridor y tedioso, en lugar de facilitarnos la vida nos la vamos a complicar y jamás podremos salir de este atolladero.

No podemos seguir creyendo que estos ‘malos momentos’ serán eternos. ¿Para qué clausurar las posibilidades de mejorar nuestras circunstancias?

No se trata de tapar los problemas o hacer como si nada de lo que nos ocurre sea verdad, pues es fundamental percibir, asumir y aceptar la realidad con decoro y entereza.

Los hechos son como son y representan momentos concretos, pero las causas y los efectos que les atribuimos pueden no ser tan ciertos ni tan catastróficos.

Lo menciono porque ese tono gris de las cosas nos está ofreciendo versiones distorsionadas del entorno.

Es por eso que las emociones negativas que estamos experimentando nos hacen sufrir más de la cuenta.

Hoy nos vemos más apesadumbrados, abatidos, frustrados, tristes, recelosos y, en más de una ocasión, deprimidos.

Tal vez no podamos cambiar los hechos que hemos vivido, pero es preciso cambiar la forma de asumirlos.

Siendo objetivos, podríamos analizar las situaciones de una forma propositiva para eliminar tanta confusión y malestar en el ambiente.

Reitero que no estoy hablando ni de resignarnos ni mucho menos hacernos los ciegos.

La idea es cambiar la forma de interpretar los acontecimientos o de calificarlos, y no atribuirnos tantas culpas.

Abrámosle la puerta a otro estilo de vida, uno que sea menos desagradable.

Si contemplamos desde otras perspectivas lo que nos pasa y si somos más resilientes y optimistas, de pronto los hechos que consideramos como ‘problemáticos’ dejarían de serlo.

La solución está en nuestras manos y sobre todo en la mente. Lo que estamos afrontando en nuestra vida cotidiana será menos perturbador y menos traumático, si no distorsionamos el momento presente.

¡CUÉNTENOS SU CASO!

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo afectan en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto. Envíe su testimonio a Euclides Kilô Ardila al siguiente correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, él mismo le responderá. Veamos el caso de hoy:

Testimonio: “Recuerdo que tenía la agilidad de un gato y me desenvolvía en el ambiente laboral con una sorprendente habilidad. Antes era curioso, creativo y no me ataba a nada. Sin embargo hoy, en medio del caos que vivo, doy palos de ciego y siento que voy a la deriva; también he perdido la chispa del ayer. ¿Qué debo hacer para salir de esta oscuridad y recomponer mi camino? Le agradecería uno de sus consejos”.

Respuesta: Entiendo lo que vive, pero también le digo que no hay una mascota que se adapte tan fácilmente a su realidad como el mismo gato. Lo menciono porque, si utiliza esta figura para describir el momento que vive, me parece oportuno recordarle que aún ‘ciego’, usted puede ver muy lejos. Cuando un gato pierde la visión, recurre a su memoria para llevar a cabo sus actividades cotidianas y salir adelante. Recuerde las épocas del ayer y aplique las estrategias con las que antes se devoraba al mundo. ¡Esas no se olvidan!

Es cierto que la pandemia le ha movido el piso y que lo hace sentir perdido, vulnerable y triste. Sin embargo, el virus también debe poner a prueba su capacidad de resiliencia.

Tal vez la ‘ceguera’ que hoy dice experimentar no esté del todo cimentada en la pandemia. Creo que tal vez se ha dejado contagiar del pesimismo que está invadiendo a muchos y eso es lo que no lo deja actuar con serenidad.

¡Reencuentre su rumbo! Debe recuperar la luz de sus ojos, no solo para ver sino también para agradecer el mantenerse en pie y, de manera especial, para superar esta compleja situación.

Es triste lo que está pasando, pero usted será capaz de reinventarse y no se dejará vencer de las vicisitudes. ¡Dios le bendiga!

REFLEXIONES CORTAS

* Dicen que somos estrellas cubiertas de piel; o sea que la luces que buscamos no están afuera, sino dentro de nuestro corazón.

* Su tarea no es juzgar a las personas tóxicas que se encuentran en su vida; su tarea consiste en sanar en usted lo que le ha conectado con ellas.

* Lo que Dios permite en su vida tiene un plan. Cada quien, en su debido tiempo, entiende el propósito y las razones de lo que sucede a su alrededor.

* No permita que el enojo, la soberbia y la terquedad de querer controlarlo todo y tener la razón lo sometan y lo conviertan en un prisionero.

* Las personas que valoran en exceso el dinero o lo material, casi siempre tienen dificultades para estar satisfechas y no son tan felices.

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Publicado por Euclides Kilô Ardila

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