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Espiritualidad
Miércoles 07 de septiembre de 2022 - 12:00 PM

No deje todo para después

Dejar las cosas para después es sabotear los propios planes y experimentar un tedioso estado de frustración.

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Un proceder con el que casi no comulgo es el de dejar “todo para después”. No es que sea del todo malo, entre otras cosas, porque hay actividades que tienen su hora y lugar; sin embargo, siento que el postergar nos paraliza y no nos permite avanzar.

Cada vez que le escucho a alguien decir que “hará algo después”, me da la impresión de que está dejando pasar una valiosa oportunidad.

¿A qué voy? A que hay muchas personas anquilosadas o quietas, que viven con esa percepción de que sus vidas cambiarán sin mover ni un solo dedo, como si del cielo les llovieran las opciones para salir adelante.

Hay otros hombres y mujeres que creen que pueden aplazar todo y dejan sus quehaceres en “veremos”. Hablo de los que procrastinan, esos que se la pasan dilatando las actividades más importantes, y en su lugar, realizan otras que son gratas pero innecesarias. Les da miedo emprender y, peor aún, no se animan a hacer nada por miedo a perder ese ‘confort’ en el que viven.

A pesar de que sus mundos son algo insulsos, no se tienen la fe suficiente y, por ende, no se atreven a hacer algo novedoso que cambie sus panoramas.

¿Es su caso?

¡Mucho cuidado! Usted no logrará nada si se queda cruzado de brazos esperando que su día transcurra ‘sin ton ni son’.

¡Vivir es algo más que eso!

Dicho de otra forma: vivir no es algo que se pueda posponer, cada segundo se debe disfrutar sin aplazamientos.

Esté joven o viejo, acompañado o solo, con dinero o sin él, saludable o anclado a una camilla, libre o tras las rejas, llénese de argumentos para levantarse y hacer que las cosas buenas le sucedan y, sobre todo, para que pueda encontrarle sentido a su mundo.

Una señal de salud espiritual es querer hacer algo para ser una mejor persona. Es indispensable ponerse manos a la obra, trabajar y crecer. No se deje llevar por esa falsa comodidad que experimenta y que lo único que hace es darle más raíces a su pasividad.

La clave para ser feliz es sentir algo por lo cual entusiasmarse. Y en ese orden de ideas es mejor encender su luz y aclarar el caminos, entre otras cosas, porque todo se ve mejor cuando se alejan las tinieblas.

Dejar de procrastinar implica tomar una decisión y salir al ruedo, más allá del riesgo que se corra.

Lo importante es la actitud que tenga. Anímese a actuar y no pierda la fe. Deje sus temores a un lado, pues Dios siempre toma sus angustias en sus manos y lo abraza.

No son las circunstancias del tiempo sino las formas cómo se afrontan los temporales las que garantizarán su bienestar.

La lluvia cae como algo que se deshoja, pero así llueva toda la noche, el agua refresca la tierra que pisa.

Sus acciones serán el reflejo de cómo ve la vida y esa perspectiva que tenga lo hará avanzar.

No malgaste las opciones que se le presentan, solo usted puede aprovecharlas y le corresponde la misión de decidir las formas en las que debe sacarles el jugo.

Le conviene animarse, mirar hacia el frente y confiar en el Altísimo. Así Él le parezca mudo y piense que no trata de arreglar las cosas; en cada paso de su vida, siempre verá la amistosa cara del Creador.

EL CASO DE HOY

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo afectan en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto en esta página. Envíe su testimonio a Euclides Kilô Ardila al siguiente correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, él mismo le responderá. Veamos el caso de hoy:

Testimonio: “Vivo cómodo en mi entorno, pero me asalta una duda. ¿Qué me pasa? Es que de un tiempo a la fecha me doy cuenta de que no crezco y en cierta medida no me agrada estar tan quieto, a pesar de que vivo seguro. ¿Cómo le explico? No tengo problemas, pero al mismo tiempo estoy intranquilo. Me da miedo cambiar por temor a perder lo que tengo. ¿Qué me aconseja?”.

Respuesta: No es la primera vez que me plantean una situación similar a la suya. Muchas personas, se sienten ‘cómodas’ en sus zonas de confort, pero después de un tiempo empiezan a percibir que no arriesgan nada y que no crecen. ¡Tal cual le ocurre a usted!

En su caso, por lo que interpreto, se ha puesto en la tarea de convertir ese supuesto “estado de seguridad” en la excusa perfecta para no innovar, para no mejorar y, en últimas, para no vivir con la plenitud y emoción que desearía.

Es posible que el permanecer anclado y encasillado siempre en los mismos hábitos y rutinas lo haya enmarcado en una vida sin perspectivas. Además, intelectualmente se puede estar cerrando a otros puntos de vista.

Haga una autoevaluación y estudie los ‘pro’ y los ‘contra’ de un eventual cambio en su rutina. Tal vez un cambio le sentaría bien, pero debe hacerlo con paso firme, prudencia y sensatez.

De pronto es el momento de dar ese paso que vienen aplazando. Obvio va a sentir un poco de ansiedad y de temor; sin embargo, asumir esa fortaleza de darle un giro positivo a su vida lo fortalecerá y, al mismo tiempo, usted mismo sabrá hasta dónde será capaz de llegar. Pídale a Dios sabiduría e intuición para saber cómo proceder. ¡Hágame caso!

BREVES REFLEXIONES

* Usted, yo y todos deberíamos aprender a reconocer lo que los demás hacen por nosotros, además de agradecer lo que Dios nos otorga cada día. Independientemente de si lo que nos llega cambia o no nuestra vida, demos gracias por todo cuanto nos ocurre. ¡Eso se traducirá en bendiciones!

* Aprecie cada momento de su vida porque cada circunstancia es única: un beso, un atardecer, una danza, un buen chiste, un paseo, un saludo, un hasta pronto, en fin... Ningún instante volverá a repetirse de la misma manera, cada uno sucederá una sola vez en la historia de su mundo.

* ¿Por qué aguarda con impaciencia las cosas? Cada acontecimiento ocurre en el tiempo de Dios. Si algo es inútil para su vida, inútil es también aguardarlo o desearlo. Si hay algo que necesita y lo desea con todo su ser, vendrá en el momento en el que más le convenga. ¡Deje la prisa!

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Publicado por Euclides Kilô Ardila

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