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Espiritualidad
Miércoles 25 de enero de 2023 - 12:00 PM

Por más oscuro que sea todo, siempre hay una luz que brilla

Yo veo el fracaso como un traspié, el cual damos en algún momento de la vida. No obstante, no podemos quedarnos anquilosados en ese tropezón, so pena de vivir frustrados. Es preciso reaccionar y, para ello, hay que levantarnos, enmendar y seguir adelante

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Algunas circunstancias nos oscurecen el panorama y nos hacen atravesar por caminos difíciles. Nadie ha escapado de esa horrible sensación, sobre todo, cuando se fracasa en algo.

Hay que aceptar, eso sí, que en algunas ocasiones, los resultados adversos en nuestros proyectos nos desinflan; sin embargo, no tenemos por qué ‘echarnos a morir’.

Lo menciono porque, con relativa frecuencia, solemos sentirnos fracasados, frustrados y desdichados porque algo no nos sale como lo habíamos soñado.

Si bien una cuota de desánimo es relativamente ‘normal’, ello no implica desinflarnos al 100 %.

Toda frustración debe ser superada. Es decir, no podemos quedarnos sumergidos en las olas de la oscuridad, del estrés, de la depresión y de la inseguridad.

Lo primero que debemos tener presente es que no somos los únicos que hemos caído; es más, si revisamos los acontecimientos del ayer, nos daremos cuenta de que la misma historia de la humanidad fue escrita a a punta de intentos y de fracasos.

La diferencia entre los que se sobreponen a la adversidad y los que no, está en la actitud como se asume lo ocurrido.

En nuestro caso, no podemos negar la gran tristeza que embarga nuestro corazón cuando fallamos, pero nada sacamos si nos quedamos llorando como una ‘Magdalena’.

Reconozcamos nuestras propias capacidades y méritos; aceptemos lo que estamos afrontando y tengamos en cuenta que podemos ser capaces de recomponer el camino, obviamente con la Venia de Dios.

Ahora bien, a la hora de diseñar nuestros proyectos, nos corresponde hacer acopio de un concepto realista de lo que tenemos y de lo que somos, entre otras cosas, para fijarnos metas acordes con lo que podremos alcanzar.

Dicho de otra manera, no podemos crearnos falsas expectativas diseñando objetivos inalcanzables o anhelando cosas imposibles que, al final, nos llevan al colapso y de paso nos bajan el nivel de autoestima.

Empecemos a disfrutar de la vida ahora mismo, evitemos vivir del pasado y cambiemos hábitos de tal forma que derrotemos todas esas ‘taras’ que tenemos.

Abundan las excusas para negarse a cambiar y no podemos refugiarnos en ellas. Asumamos la responsabilidad de nosotros mismos, de nuestros actos y de nuestros sentimientos.

Debo aclarar, eso sí, que si el tema del fracaso se vuelve recurrente, al punto que nos sentimos impotentes o la culpa y el malestar infinito nos embadurna las 24 horas del día, es probable que necesitemos de la ayuda de profesionales como sicólogos y, por supuesto, no descartemos el acudir a ese tipo de orientación.

EL CASO DE HOY

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo, sobre todo en esta época. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo asfixian en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto en esta página. Envíe su caso a Euclides Kilô Ardila al siguiente correo electrónico: eardila@vanguardia.com En esta columna, él mismo le responderá. Veamos el caso de hoy:

Testimonio: “Durante los últimos meses me he sentido demasiado extraviado de mi vida; tanto, que casi que le podría decir que la curva de mi horizonte se pierde a un metro de distancia. Estoy perdiendo las esperanzas de lo que antes hacía, tal vez por las continuas decepciones que he vivido. No sé qué hacer. ¿Qué me aconseja? Gracias por atender mi caso”.

Respuesta: No creo que esté perdiendo el horizonte; es probable que sólo esté distraído por acercarse a la peligrosa línea de la desesperanza, esa que le hace ver borroso su futuro.

Le diría que es relativamente ‘normal’ sentirse ‘bajo de nota’, sobre todo si viene de ‘tropezón en tropezón’. Tal vez no estaba preparado para amortiguar esos golpes que recibió de la vida.

Sin embargo, lo peor que puede hacer es mantener ese estado emocional negativo, entre otras cosas, porque así será más vulnerable.

¿Qué le quiero decir? Que trate de ser más asertivo y que entienda que los problemas y las nubes grises hacen parte de la cotidianidad y, por ende, no puede dejarse obnubilar.

Reflexione sobre lo que le pasó, admita la parte de responsabilidad que le corresponde, busque soluciones y despeje las dudas que tenga, para que pueda visualizar un mejor mañana.

Concéntrese en lo que está en sus manos, no en lo que se escapa a sus posibilidades. Desarrolle su confianza, abone la semilla de la fe y, sobre todo, pídale a Dios fortaleza y serenidad para continuar su trayecto.

Dé pasos de recuperación poco a poco, empezando con pequeñas cosas, de menor a mayor. Luego concrete un proyecto, aunque a los demás les parezca alocado. Pruebe algo diferente cada día. Lleve un registro de sus logros para tomar consciencia de cuánto ha avanzado. ¡Hágame caso y verá que se le despejará el camino!

REFLEXIONES CORTAS

* Las palabras dicen lo que pretendemos ser, mientras que las acciones reflejan de qué pasta estamos hechos. Es decir, en lugar de ponernos a echar discursos, debemos estar dispuestos o ‘manos a la obra’ para demostrarle al mundo todo lo que somos capaces de hacer.

* Si se acerca más a Dios, con seguridad, tendrá una visión más clara de lo que está haciendo y, por ende, podrá trabajar en pro de una vida más feliz, sencilla y tranquila. Estar cerca de Él significa estar al lado del bien y eso le garantiza el mejor refugio de todos.

* Si se deja llevar por la tranquilidad y por su intuición, la vida le brotará con facilidad y abundancia. Sin quedarse con las brazos cruzados, deje que las cosas pasen o fluyan. También sonría mucho, siéntase conectado con la naturaleza, sea agradecido y disfrute el momento.

* Si lo que vamos a decir no es para bien, mejor no hablemos. Es fundamental saber expresarnos y exponer nuestras ideas sin herir a nadie. Saber qué decir es fundamental para vivir en convivencia y armonía. ¡Siempre midamos el alcance de nuestras palabras!

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Publicado por Euclides Kilô Ardila

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