Ya muchos habrán visto “La Sirenita”, la película de Disney recién estrenada hace un par de semanas en Bucaramanga.
Sin muchos spoilers, se puede contar que la cinta cuenta la historia de ‘Ariel’, una princesa sirena que sueña con conocer el mundo humano y se enamora de un príncipe. Para poder estar con él, hace un trato con la bruja ‘Úrsula’ y cambia su voz por unas piernas. Sin embargo, este pacto tiene consecuencias negativas tanto para ella como para su reino.
Pero aunque esta es la trama más conocida de la película, lo cierto es que hay otros ángulos de la historia que pueden dejarnos grandes enseñanzas.
Además del romance, la película nos muestra cómo la falta de comunicación entre ‘Ariel’ y su padre, el rey ‘Tritón’, genera conflictos y malentendidos que ponen en peligro su relación y su felicidad.
‘Ariel’ se siente incomprendida y se rebela contra los deseos de su padre y no confía en él para contarle sus deseos y sentimientos debido a que ‘Tritón’ es autoritario e impositivo. No escucha ni respeta las opiniones y necesidades de su hija.
Y las consecuencias de esta falta de buena comunicación a veces pueden ser muy graves.
“La comunicación entre padres e hijos es fundamental para establecer una relación sólida y saludable, basada en la confianza y el respeto mutuos”, explica la psicóloga Luisa Zambrano. Y agrega: “Una buena comunicación ayuda a los hijos a sentirse cómodos compartiendo sus pensamientos y sentimientos con sus padres, lo que les permite construir una base de autoestima y confianza”.
La experta señala que esta buena comunicación facilita a los padres su labor formadora, al existir un canal abierto que les permite transmitir valores, ideas, consejos y apoyo.
Sin embargo, no siempre es fácil encontrar la forma de comunicarse entre padres e hijos: la diferencia generacional y los temores de ambos pueden hacerlo muy complicado.
Los consejos
La psicóloga señala que una buena comunicación con los hijos se basa en varios aspectos. Además, es importante mostrar interés y atención por lo que dicen y hacen, sin juzgar ni criticar.
Asimismo, es importante hay que escuchar activamente, sin interrumpir ni distraerse, y hacer preguntas que demuestren comprensión y empatía. Además, hay que expresar los propios sentimientos y opiniones de forma asertiva, sin imponer ni agredir. Asimismo, hay que respetar las diferencias y aceptar las discrepancias, buscando soluciones conjuntas a los problemas.
Por último, hay que fomentar el diálogo y el feedback, reconociendo los logros y las virtudes de los hijos, así como sus errores y dificultades. Todo ello se puede lograr dedicando tiempo de calidad a compartir actividades con los hijos, creando espacios de confianza y cercanía.