Situada a unos 2.000 kilómetros de la costa chilena, como un pequeño punto en medio de la inmensidad del Pacífico, la Isla de Pascua es uno de esos destinos misteriosos con el que turistas y viajeros sueñan visitar algún día.
Tras 868 días de confinamiento, la semana pasada llegaron a la isla de Pascua, en Chile, más de 230 turistas, marcando así el regreso oficial de visitantes a uno de los territorios más bellos del planeta, ahora conocido como Rapa Nui.
Esta apertura se da gracias a un esfuerzo coordinado entre el Gobierno chileno y las comunidades y autoridades de la isla para generar un proceso de ingreso seguro, considerando aspectos sanitarios, administrativos, de conectividad y abastecimiento, entre otros.
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“La mayoría de los servicios turísticos están listos para recibir a los visitantes, con los protocolos sanitarios adecuados y con la esperanza de reactivar sus emprendimientos”, aseguró Verónica Kunze, subsecretaria de Turismo de Chile.
La Isla de Pascua, con sus 163 kilómetros cuadrados, es un pedazo del llamado Triángulo de la Polinesia que pertenece a territorio chileno y que dista cinco horas y media desde Santiago a Hanga Roa, su capital.
Rapa Nui es la cuna de los moáis, enormes estatuas monolíticas de más de cuatro metros, con desproporcionadas cabezas, construidas hace casi 1.000 años. Tanto sus gigantescos habitantes, como la isla en sí, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.
Los turistas deberán presentar un PCR negativo del COVID-19, tomado con un máximo de 24 horas antes del embarque y a los menores de seis años se les permitirá una prueba de antígenos de un centro de salud.
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Además, deberán contar con su Pase de Movilidad (esquema de vacunación completo para chilenos y homologación de vacunas para extranjeros) y para quienes lleguen directamente desde el extranjero, deberán realizar un test de antígenos al llegar a Rapa Nui.
La Isla de Pascua, cuyo nombre original es Rapa Nui, cerró su acceso al turismo en marzo de 2020, poco después de registrarse los primeros casos del COVID-19 en el país austral.
Desde entonces, dejó de recibir los más de 100.000 visitantes al año habituales y perdió su principal fuente de ingresos, el turismo, del que vivía más del 70% de la población.
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Durante agosto recibirá dos vuelos semanales con alrededor de 300 viajeros (un tercio de la capacidad normal previa a la pandemia) que deberán contar con el esquema de vacunación completo contra el COVID-19, con una última dosis administrada en los últimos seis meses y un examen PCR negativo, entre otros requisitos.
La reapertura será gradual, comenzando este mes con 2.500 camas en dependencias hoteleras (un aforo inferior al 50%), y solo 11 de los 24 lugares turísticos en funcionamiento.
