sábado, 10 junio 2023
miércoles 15 de marzo de 2023 - 12:00 AM

Cáscara de piña, una esperanza para reducir los plásticos de un solo uso

Un estudio reciente desarrollado por la joven investigadora Paula Andrea Mendoza Rojas y el profesor Walter Pardavé Livia, de la Udes, halló que a partir de la cáscara de piña es posible producir un bioplástico. Se trata de una investigación pionera en la región, y que reducirá el impacto ambiental del plástico que deriva del petróleo.

En Santander podemos sentirnos orgullosos de nuestra piña, la Oro Miel y la Perolera, que hacen parte de nuestros cultivos más representativos. El cultivo de una piña como la Perolera dura de 22 a 24 meses, pero es la Oro Miel, la dulce y preferida en los hogares. Sin embargo, es la piña Perolera la que tiene la máxima producción, por lo que es posible pensar en cómo podrían aprovecharse los residuos orgánicos de la fruta, como la cáscara. Este aprovechamiento, además, beneficia al medio ambiente.

34,05 %

de la piña es cáscara, lo que equivale a 172.306 toneladas al año.

Esto es lo que pensaron la joven investigadora del programa Vocaciones Científicas Unab-Udes, Paula Andrea Mendoza Rojas, y el profesor Walter Pardavé Livia, director del Grupo Ambiental de Investigación Aplicada GAIA de la Universidad de Santander, quienes lideran un proyecto innovador denominado “Bioplásticos a partir de mezclas de PE y cáscaras de piña del departamento de Santander”.

Esta iniciativa se desarrolla dentro del Grupo Ambiental de Investigación Aplicada GAIA, bajo la Dirección del profesor Walter Pardavé Livia y que hace parte del programa de Ingeniería Ambiental de la Universidad de Santander.

Este proyecto busca que la hemicelulosa, un polisacárido no celulósico presente en la cáscara de la piña, clave para la fermentación, y combinada con los materiales lignocelulósicos de la biomasa vegetal, pueda dar lugar a productos sustentables y no contaminantes. Lo que se busca es encontrar un material que tenga como base la cáscara de la piña Perolera, que se produce en los municipios de Lebrija y Villanueva, y que pueda sustituir los plásticos hechos de polímeros de petróleo.

32.700

hectáreas sembradas de piña, con las variedades Perolera, MD2 (Oro Miel), Manzana y Cayena lisa, entre otras, existen en Colombia.

“El tema de los plásticos de un solo uso es una problemática bastante amplia, ya que tiene muchas ramas. Una de las principales es la cultura colombiana. La economía circular existe, pero no se implementa. Seguimos desechando en varios sitios, entonces la cucharita, el vasito o las cosas pequeñas pasan los filtros masivos como la alcantarilla, y así llegan al río. En el trayecto se van reduciendo y llegan en micropartículas que son las que se están alimentando los peces, y nosotros luego nos alimentamos de eso. Es una cadena que viene desde la cultura hasta la contaminación que genera y el daño que causa a los animales”, señala la experta.

El proyecto está en su fase inicial y se prueban diferentes mezclas para crear un bioplástico que sea orgánico y que además, pueda funcionar como abono. “Estamos en la fase de evaluación, por ejemplo, de la resistencia y la permeabilidad. Cuando trabajas con la cáscara, el primer día está fresca, con el mejor olor y color. Al segundo día ya tiene un color un poco más opaco y al tercer día, ese olor es diferente”, explica la investigadora.

Además, Paula Andrea Mendoza Rojas le contó a Vanguardia que el proyecto quiere promover la economía circular y la cultura de la separación en la fuente para reducir la cantidad de plástico que se desecha en la naturaleza.

$!Cáscara de piña, una esperanza para reducir los plásticos de un solo uso
¿Qué y cuáles son los plásticos de un solo uso?

Los plásticos de un solo uso son productos hechos principalmente de productos químicos de combustibles fósiles (petroquímicos) que generalmente se desechan inmediatamente después de su uso en cuestión de minutos.

Las cifras son alarmantes: e han producido 8.300 millones de toneladas de plástico desde la década de 1950 y la mitad de esa cantidad se ha producido en los últimos 15 años y según un estudio de 2017 más de la mitad de todos los plásticos sin fibra (excluidos los materiales sintéticos como el poliéster y el nailon) provienen solo de envases de plástico, muchos de los cuales se utilizan en artículos de un solo uso.

Su popularidad se disparó en la década de 1970 cuando los fabricantes empezaron a reemplazar los envases tradicionales de vidrio o papel con alternativas de plástico más ligeras o más resistentes y más asequibles.

La ambientóloga Sandra Ropero Portillo señala que entre los plásticos de un solo uso están las bolsas de plástico, que tardan hasta 400 años en descomponerse; las botellas de plástico, que pueden durar 450 años en el medio ambiente; la espuma de poliestireno, muy utilizada para envasar alimentos o muebles y que tarda más de 500 años en descomponerse de forma natural.

También están los pitillos, pajitas o pajillas para beber y que son un gran problema para las especies marinas porque pueden tragarlas y provocar ahogamientos, además de que tardan hasta 100 años en descomponerse.

Por otro lado también están los tapones para los oídos, que tardan 300 años en descomponerse, así como las vajillas de plástico, que tardan 50 años en degradarse.

Elija a Vanguardia como su fuente de información preferida en Google Noticias aquí.
Image
Paola Esteban

Comunicadora social - periodista egresada de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Desde 2005 hace parte del equipo de Vanguardia, trabajando en crónicas y reportajes premium, los cuales se enfocan en temáticas culturales, población Lgbt, y mujer y género.

Ganadora de un premio Luis Enrique Figueroa en 2007 con ‘Aquí estamos pintados’ y un premio CPB con ‘Diario de una bulimica’ en 2008.

@paola_esteban

Besteban@vanguardia.com

Lea también