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Alexander Arciniegas
Miércoles 01 de julio de 2020 - 12:00 PM

Los carteles mexicanos en Colombia

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Las relaciones entre carteles mexicanos y colombianos no son una novedad, sin embargo, desde la firma del acuerdo con las FARC las cosas están cambiando y esto tiene efectos sobre la seguridad en Colombia. Poderosas organizaciones criminales como el Cartel del Golfo, antiguo socio de los Rodríguez; y los Carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación no solo han extendido su influencia a lo largo de Centroamérica sino fortalecido su presencia en Colombia.

Así lo afirman las historias que se cuentan en las regiones cocaleras sobre ostentosas cabalgatas de mexicanos con tiros al aire, en las que se bebe tequila en lugar de aguardiente; las alertas de la Defensoría del Pueblo y un reciente informe de la fundación PARES.

El detonante de la presencia directa de narcos mexicanos en el país fue la salida de las FARC de sus territorios y la incapacidad del gobierno Santos para copar estos vacíos de poder; al tiempo que el desinterés del Presidente Duque con la implementación. Los mexicanos necesitan asegurar el suministro de al menos 10 toneladas mensuales de cocaína para abastecer el mercado norteamericano y por eso están actuando en regiones como el Pacifico; el Catatumbo y los departamentos de Guaviare; Meta, Caquetá y Putumayo; patrocinando la expansión de disidencias de las FARC o grupos armados como Clan del Golfo, Caparrapos, Los Pachenca, y los Pelusos con presencia violenta en unos 300 municipios.

Los mexicanos no solo están financiando y armando a los criminales colombianos, sino que también lavan dólares, invierten en laboratorios, controlan cultivos, sacan pasta base y hasta esconden a sus cabecillas como ocurrió con el hijo del “Chapo” quien estuvo en Medellín a finales de 2018.

Mientras tanto, el gobierno Duque con su errática política exterior y su obsoleta política de seguridad parecen no advertir esta nueva dinámica criminal que habrá de profundizarse en virtud de los devastadores efectos socioeconómicos de la pandemia y podría llevarnos a un nivel de violencia igual o superior al de los tiempos de Pablo Escobar.

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