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Alexander Arciniegas
Miércoles 14 de octubre de 2020 - 12:00 PM

Masacres y coca

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El asesinato de ocho universitarios en Samaniego, Nariño, ha sido quizás la más mediática de las 67 masacres ocurridas este año. Ante el deterioro de la seguridad, el Gobierno con su inefable Ministro de Defensa a la cabeza, ha respondido asociando las masacres con el narcotráfico e insistiendo en la vuelta de las fumigaciones; argumento tan simplista como falso.

Por ejemplo, el Catatumbo, que hoy alberga la mayor cantidad de coca en el país, no tiene el mayor número de masacres; mientras la región Pacífico y frontera nariñense mantiene altos niveles de violencia, pese a concentrar los esfuerzos de erradicación.

Todo indica que detrás de las masacres hay una realidad que el discurso del Gobierno ignora. En primer lugar, el 50% de estas responden a disputas por territorios que se remontan a los últimos dos años, como sucede en el bajo Cauca.

Algunas masacres ocurridas en Arauca o el Cauca evidencian la manera en que grupos criminales y grupos armados ilegales intentan imponer sus reglas a la población ante conductas como el robo de ganado o el incumplimiento de la cuarentena.

El caso de Samaniego hace parte del 25% del total de masacres en que se desconocen sus autores y motivaciones, mientras las masacres atribuibles directamente al narcotráfico, como el asesinato de cinco jóvenes en Tumaco por una deuda con un narco, son la minoría.

En los últimos cuatro años la disputa abierta por economías criminales que van más allá de la coca: oro y trata de personas, muestra un empate relativo entre los distintos actores violentos que han vuelto a utilizar las masacres dentro de sus acciones como en la peor época del paramilitarismo.

El fracaso de la política de seguridad del gobierno Duque, en la que sobresale una equivocada conducción de la fuerza pública sumida en divisiones políticas internas, escándalos por abusos a los DDHH y corrupción, es resultado de una lectura ideológica, incapaz de entender la manera en que el conflicto se está trasformando en los territorios mientras las disidencias de las Farc, el Eln y Clan del Golfo siguen ganando terreno.

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