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Alvaro Beltran Pinzón
Domingo 24 de octubre de 2021 - 12:00 PM

Sanar el río, sanar las almas

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Semanas atrás nos referimos a la apreciación que Wade Davis consigna en el libro Magdalena, Historias de Colombia, según la cual en sus aguas y laderas se manifiesta el enorme potencial y, al mismo tiempo, todo aquello que es problemático, transgresor y trágico en la Nación.

En el siglo XIX se inició la implacable deforestación en sus riberas para proveer de combustible al centenar de vapores que movilizaron intenso comercio hacia y desde el interior del país. Para comienzos del siglo XX ya se habían quemado alrededor de 30 millones de metros cúbicos de invaluables maderas como cedro, abarco, comino, suan, teniendo en cuenta que dichas embarcaciones consumían tres “burros” por hora y la travesía duraba noventa horas subiendo y cuarenta y ocho horas bajando. “Tumbar monte” se asimiló a hacer Patria y la depredación se extendió por el territorio nacional como un símbolo de civilización.

De igual manera se optó por verter en sus corrientes las aguas negras de más de la mitad de la población y, seguramente para no ser conscientes de la grave afectación que se estaba ocasionando, dar la espalda e ignorar la contaminación infringida a la primera corriente fluvial del país.

Ante las olas de violencia que han sacudido a Colombia, uno de los personajes entrevistados por Davis calificó al río como el “cementerio de la Nación”, aludiendo a la exagerada carga de cadáveres que arrastró durante dos décadas. Los asesinatos perpetrados en sus cuencas, por los protagonistas de la guerra, eran arrojados a sus caudales y solamente en Puerto Berrio los animeros, que buscaban rescatar las almas perdidas, y quienes pretendían sustituir a sus seres queridos desaparecidos, se acomidieron a dar cristiana sepultura a los cuerpos anónimos.

Después de tanto crimen y degradación, como lo anota el autor, debemos limpiar no solo el río sino también nuestras almas. Para sanarnos nosotros tenemos que sanar el río. Lo que el Magdalena necesita es lo que necesita toda Colombia. Sería pertinente que en el debate presidencial ocupara especial relevancia la problemática referida a la primera corriente hídrica nacional.

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