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Andrés Espinosa Fenwarth
Martes 14 de marzo de 2023 - 12:00 PM

De la incertidumbre al caos

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Durante la campaña presidencial, Gustavo Petro propuso en su programa de gobierno que “Colombia sería potencia mundial de la vida mediante un pacto histórico, que de manera urgente, concrete un nuevo contrato social para el buen vivir y el vivir sabroso con todas las diversidades de la Nación”. Nada más alejado de la realidad.

Desde la posesión presidencial, el manto de la incertidumbre comenzó a cubrir los horizontes nacionales. En la medida en que se fueron concretando las propuestas de cambio del orden establecido, del modelo económico que ha regido los destinos de la nación colombiana en los tiempos modernos, la incertidumbre alzó vuelo entre los diversos estamentos económicos y políticos.

La incuestionable habilidad de Roy y la ignominiosa venalidad de la clase política tradicional, en particular de liberales y conservadores, le permitieron al Pacto Histórico fraguar una coalición de gobierno, que funcionó como una aplanadora para aprobar la reforma tributaria durante el segundo semestre de 2022. La incertidumbre, el pesimismo y la pérdida de la confianza en el gobierno se hicieron luego evidentes. Comenzaba la caída en las encuestas y la destorcida económica y política.

Este año -como reza el adagio popular- cualquier situación por mala que sea es susceptible de empeorar. Pasamos de la incertidumbre al caos. El gobierno, en su desespero por hacer a cualquier precio el cambio del orden establecido, pretende llevar al Congreso las reformas a la salud, pensiones, laboral, paz total, humanización de las cárceles y política de sometimiento a la justicia para evitar que sean analizadas y debatidas como corresponde. Algunas de ellas con mensaje de urgencia para apretar aun más el ritmo de pupitrazos legislativos.

Estas iniciativas son la soga en el cuello del condenado, el Parlamento colombiano, habida cuenta que contienen no menos 30 facultades extraordinarias para que Petro pueda legislar, autocráticamente, por decreto. De aprobarse, el Congreso aceptaría -como en el derecho romano- el autocastigo de capitis diminutio, Petro recibiría patente de corso para echar por la borda décadas de avances económicos y sociales y el país se sumiría en el caos.

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