Podría apostar que ningún gironés, abogado o militante liberal recuerda el nombre de Carlos J. Delgado. Su retrato está colgado en la sala de santandereanos ilustres del Museo Casa de Bolívar, pero nadie repara en él. La entrega del periódico El Heraldo correspondiente al 4 de agosto de 1909 dijo así de este personaje: “Es, ante todo, un carácter, en el sentido en que esta palabra designa al hombre que es señor de su propia conciencia, esclavo de su deber y convencido partidario de una doctrina”. El presidente Carlos E. Restrepo escribió: “Si con esmero se busca una personalidad que encarne las altas cualidades del pueblo santandereano: la seriedad, la buena fe, el trabajo, el reposo y la tranquilidad intelectual, todo eso y mucho más se encuentra en el caballero completo que es el doctor Carlos J. Delgado”.
Nacido en abril de 1852 en el puerto del Pedral, junto al río Sogamoso, cuando era parte de la jurisdicción de Girón, se hizo doctor en jurisprudencia y brilló desde entonces en la judicatura y como magistrado en los tribunales del Socorro y Pamplona. Acompañó al presidente Ramón González Valencia como su ministro de Obras Públicas, y desde esta posición promovió el proyecto de hacer llegar el ferrocarril de Puerto Wilches hasta el Café Madrid. Casó en primeras nupcias con una gironesa, Petronila Gutiérrez, y al enviudar casó de nuevo con Blanca Consuegra, quien lo acompañó hasta su fallecimiento en Bucaramanga, el 17 de junio de 1930.
Su integridad como magistrado fue legendaria, y por ello el cuerpo de abogados de Bucaramanga hizo una suscripción para erigirle un bronce en el Tribunal Superior.
Fue el modelo de quienes sostenían que el magistrado debía armonizar su vida privada con la alta responsabilidad de su cargo, y por ello su conducta pública estuvo exenta de toda sospecha. Muchas mujeres despreciadas en su tiempo repetían las palabras que leyó en 1919 ante la Sociedad Jurídica sobre la condición jurídica de los hijos naturales, una crítica de la injusticia social que cargaba sobre los hijos las acciones de sus padres. Reconforta saber que hemos tenido entre nosotros caballeros.