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Armando Martínez
Miércoles 28 de septiembre de 2022 - 12:00 PM

Cien años de un hito de la ciudad

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El 20 de septiembre de 1922, hace cien años, terminó el peregrinaje de los socios del Club del Comercio por las sedes arrendadas desde 1873. Este día se produjo su traslado al edificio neoclásico del Parque Santander que fue construido en un lote adquirido, en el costado oriental de este parque, según el diseño del ingeniero italiano Pietro Colombo Monticoni y el cuidado del maestro Andrés Gallardo. Los dineros fueron obtenidos de un préstamo otorgado por el Banco Hipotecario de la Mutualidad.

Un jurado integrado por Daniel Martínez, Quintilio Gavassa, Gustavo Wilches y Ramón Castro Wilches había examinado, a comienzos de febrero de 1920, los cinco proyectos arquitectónicos que fueron presentados a concurso, escogiendo el presentado por Monticoni bajo el seudónimo de Fortes fortuna adjuvat, la expresión usada por Virgilio en la Eneida que puede traducirse como “La fortuna ayuda a los audaces”. Los primeros 30.000 pesos tomados a crédito se gastaron en los dos primeros años, y la junta directiva fue autorizada para tomar prestados otros 40.000 pesos, dando como garantía la hipoteca en segundo grado del edificio en construcción y las fianzas personales ofrecidas, de hasta 500 pesos, por unos 46 socios pudientes.

La obra artística más notable de la pinacoteca de este edificio es el tríptico alegórico que preside el Salón de Bailes, obra del pintor Oscar Rodríguez Naranjo, quien en el mes de septiembre de 1945 lo propuso al presidente de la junta directiva. Las fotos antiguas dan cuenta de la sucesión de muebles clásicos que han tenido las salas: mecedoras, sillas de tijera, mesas de patas torneadas, sillas de madera curvada y mimbre tejido estilo Thonet, elegantes sillas Chippendales, los cómodos sillones Directorio y el mobiliario de Alejandro Almeida e Hijos.

Pero lo que importa es que este edificio neoclásico es un hito centenario, un documento en ladrillo de la ciudad, un testimonio de una sociedad que aspiró al buen gusto y a los buenos modales de los caballeros y las damas. Con la vecina catedral de la Sagrada Familia, otro hito contemporáneo suyo, dicen a quienes los observan con atención: “Si, esto es Bucaramanga, sin duda”.

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