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Armando Martínez
Miércoles 12 de abril de 2023 - 12:00 PM

Hombres necesarios

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Abundan los muérganos, oportunistas, pillos, vanidosos, ignorantes y atrevidos en el cambalache de los siglos. Como decía el tango de Enrique Santos Discépolo, se trata de un despliegue de maldad insolente. Pero las naciones sobreviven gracias a que existen hombres necesarios. El nacimiento del Estado de la Nueva Granada en 1832, por ejemplo, se debe a cinco de esos hombres necesarios: José Padilla López, José Hilario López, Juan Nepomuceno Moreno, José María Obando y Tomás Herrera. Cuando el derrumbe de Colombia puso en riesgo la integridad territorial de la Nueva Granada, en peligro de ser despedazada por los vecinos, actuaron con decisión para salvar nuestro territorio nacional.

El 10 de febrero de 1831, el general Obando ganó la batalla del Papayal. Todas las fuerzas que oprimían al Cauca, mandadas por el traidor Muguerza, fueron batidas completamente. Después tomó Pasto, y la frontera del Ecuador quedó para siempre en el río Carchi. El domingo 15 de mayo siguiente, el general López presidió una parada de cinco mil soldados granadinos en la Plaza Mayor de Bogotá. Era el fin de la dictadura de Rafael Urdaneta y el inicio del proceso constituyente que reorganizó, con “los restos de Colombia”, el Estado de la Nueva Granada. Esa parada militar fue posible porque Moreno, al frente de 500 llaneros, había venido de Pore al galope para contribuir a la destrucción del dictador venezolano y del batallón Callao. Por su parte, Herrera derrotó e hizo fusilar a los dos oficiales que intentaron separar el Istmo de Panamá de la autoridad de Bogotá. Solo Padilla estaba muerto, fusilado el 2 de octubre de 1828 por orden del Libertador, pero ya nos había dejado el mar territorial que le quitó a la Armada española en la batalla que ganó en el Lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823. Por ello, su memoria fue rehabilitada por la Convención constituyente en su decreto del 9 de noviembre de 1831.

Este ejemplo aconseja identificar, en cada momento histórico, a los hombres necesarios. No hay que perder tiempo con los muérganos que solo medran en la oscuridad de los tiempos.

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