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Carlos Chaverra
Viernes 27 de noviembre de 2020 - 12:00 PM

El Diego

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Realmente nunca me consideré muy “Maradoniano”. Aunque obsesionado lector de la revista El Gráfico, donde todo lo argentino era llevado a la apoteosis, prefería otros referentes futbolísticos. Mejor ser hincha de Mario Kempes que se veía buena persona además de goleador, de Oswaldo Ardiles caballero y clásico en su jugar o de Daniel Passarela, temperamento con clase. En cuanto a selecciones, mejor la de Brasil en Méjico 70 con estrellas que no se portaban como estrellas como Tostao, Gerson, Jairzinho y, por supuesto, ¿cómo no preferir a Pelé sobre Maradona? Aunque el Diego no jugó en la selección campeona mundial del año 78, mejor un técnico como Menotti cerebral y poético que Bilardo campeón del 86 -donde el Diego fue estrella- conocido por sus tácticas poco ortodoxas.

Quizás el Diego se me salió del llavero cuando lo expulsaron en pleno mundial por doping. Esto de dejar colgados a sus compañeros y a todo un país no hablaba muy bien del carácter del 10. ¿De qué sirve tanta genialidad sin dominio propio? ¿Tanto liderazgo sin responsabilidad? Pero igual, con todo y sus defectos, donde iba el Diego era reconocido y recibido con gracia.

Me empecé a cuestionar aquello de no creerme tan Maradoniano cuando, ante la noticia de su fallecimiento, me encontré viendo en Netflix, por segunda vez, la serie “Maradona en Méjico” que narra la historia de el Diego como técnico del muy modesto Dorados de la segunda división mejicana. El genio futbolístico en toda su humanidad expresando su particular autenticidad con besos y abrazos a sus jugadores y defendiéndolos a muerte. Allí me identifique con lo escrito por una periodista argentina en el diario inglés The Guardian. “La gente habla que lo que tenía de genialidad en sus pies le faltaba en su mente. Pero yo disputo esto. Diego Maradona fue una de las personas más astutas e inteligentes que tuvo el futbol. Era la perfecta encarnación de la habilidad humana de ser contradictoria, de hacer y transmitir lo feo y lo hermoso, lo bueno y lo malvado todo al mismo tiempo. Su celebridad no estaba separada de su vida privada- era dolorosamente humano en todas sus formas y sin embargo una superestrella de todos los tiempos.” Va a hacer falta el Diego.

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