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Donaldo Ortiz Latorre
Domingo 19 de marzo de 2023 - 12:00 PM

Mi ilustre, inteligente y noble primo

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Se llamaba Álvaro Pablo Ortiz Rodríguez y fue filósofo e historiador y profesor de la Universidad del Rosario. Allí educó a tantísimos estudiantes con su forma irreverente y a la vez respetuosa de enseñar. Generoso, muchas veces lo hizo, al desprenderse de su salario para dárselo a sus estudiantes necesitados. Hasta noviazgos y matrimonios entre sus estudiantes promovía. Un profesor fuera de lo común porque era no solamente generoso en su conocimiento sino también en lo material. Alguna vez se quedó sin sueldo por ayudar a otros y hasta llegó a desprenderse de su ropa para dársela a alguien que lo necesitaba. Un profesor en todo el sentido clásico, un hombre fuera de lo común en su ciencia y en su generosidad tal como lo atestiguan sus alumnos en sus comentarios. Se sentían orgullosos de sus profesor y eso es el mejor regalo para él. Padre de dos hijos maravillosos e hijo de mi tío Álvaro, que fue un superministro de Rojas Pinilla. Mercedes, su madre, fue una docente española que enseñó durante mucho tiempo en la Pedagógica de Bogotá. De ahí vino una vocación que ejerció durante 44 años. Un verdadero milagro.

Tenía talento natural para imitar voces y un humor agudo y mordaz. Muchas veces imitaba a sus profesores, a líderes políticos como López Michelsen, Álvaro Gómez, Gaviria, a los tíos y hasta mi papá (a veces nos confundía). Ese fue Álvaro Pablo Ortiz Rodríguez, que nosotros llamábamos Papulín. Severo y a la vez algo payaso.

De biblioteca inmensa como la de su padre, que llegó a tener en su época más de 15 mil libros en su casa. Libros desde el primer piso hasta el tercero. Era una casa donde el libro tenía homenaje permanente y respeto constante.

Álvaro Pablo, prolífico escritor, autor de infinidad de libros y de textos, entre esos “España: de madre patria a madrastra”, “Geo Von S constructor de caminos”, “Reformas Borbónicas”, “Segundones de Primera”, o el libro sobre el Golpe Militar a la Junta. Fue también director del Archivo del Rosario y últimamente de la radio del Rosario.

Su vida eran sus hijos, la investigación, la ropa (siempre bien vestido) la buena comida y el arte de la conversación.

Como lo dijo el escritor Enrique Serrano: “El mejor profesor que hemos conocido jamás se ha marchado discretamente de este mundo”.

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