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Eduardo Durán
Jueves 04 de marzo de 2021 - 12:00 PM

Es urgente repensar el escenario

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El mundo entero hace cuentas, y todas las personas soñamos, con el día en que por fin nos llegará la vacuna. Sin embargo, la realidad nos indica que las tasas de vacunación son demasiado bajas y los estimativos señalan que pasarán 4,5 años para que sea posible alcanzar la vacunación del 75% de la población mundial.

Las compañías farmacéuticas están recibiendo millones de dólares de todo el mundo, gracias a los contratos que firmaron anticipadamente con los diversos países, que tuvieron que someterse a cláusulas de adhesión onerosas, con pagos anticipados y con fechas inciertas para el recibo de las vacunas, todo debido a la presión de los ciudadanos que quieren llegar primero, o por lo menos a tiempo, además de los intereses políticos de por medio.

El escenario nos indica que la mayoría de países con recursos, hablo de las economías grandes y medianas, ya han tenido que desembolsar esas astronómicas sumas de dinero; Estados Unidos y Canadá, por ejemplo, compraron vacunas tres veces superiores al total de la población que tienen, y por otro lado, la pandemia ha significado miedo a las enfermedades, lo que ha disparado el consumo de medicamentos de toda clase, hasta llegar a producirse escasez de muchos fármacos en el mercado; otra razón para que los fabricantes se estén llenando de dinero.

Lo que uno piensa es ¿hasta dónde es posible que este escenario se siga presentando, en medio de los desequilibrios que vive el mundo? Aquí es en donde tienen que entrar a actuar los organismos internacionales, para llamar la atención sobre los principios de equidad, justicia y solidaridad. Duele que los países pobres no hayan tenido la plata lista en sus cuentas para trasladarlas de inmediato a los grandes fabricantes, de acuerdo con las exigencias del mercado de vacunas, y su población se tenga que ver expuesta a la muerte por la presencia indefinida de la pandemia; ellos necesitan vacunar sin la presión del dinero, que no tienen, para poder salvar las vidas de sus habitantes.

Por qué no pensar ya en una fecha de liberación de las patentes, partiendo de la base de que las farmacéuticas ya hicieron su negocio, ya pudieron recuperar las inversiones y ya se llenaron de utilidades.

El mundo requiere de un esquema de equilibrios, pues no se puede mover dentro de un parámetro de capitalismo salvaje, en donde no se piense en los más débiles y sobre todo en la población paupérrima del planeta.

La solidaridad requiere de ejemplos alentadores, reales y de alto contenido; si no se propician, no podemos esperar nada, ni del actual escenario, ni del futuro, pues quienes pueden y deben dar ejemplo no están en condiciones de hacerlo. Si la Organización Mundial de la Salud, y las Naciones Unidas, quieren exhibir su papel institucional, deben hablar con claridad sobre este asunto y propiciar esa elemental solidaridad que la mayoría del mundo está esperando.

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