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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 29 de septiembre de 2022 - 12:00 PM

La responsabilidad será de los congresistas

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Las marchas del lunes 26 de septiembre demostraron a todas luces que se puede protestar sin vandalismo; no nos cabe la menor duda que toda esa violencia desatada durante el gobierno pasado fue orquestada y promovida por quienes querían llegar al poder a cualquier precio, aunque éste fuera destruyendo al país.

Lo verdaderamente grave es que lo lograron y ahora estamos pagando las consecuencias de no haber tenido el coraje de oponernos a tiempo y ya sobre la leche derramada solo nos quedan dos opciones: llorar o dedicarnos a fabricar pañuelos.

Sin embargo, el enfoque de la marcha en nuestro sentir fue equivocado pues no ha debido encaminarse a combatir al presidente Petro, sino a llamar la atención de quienes serán los verdaderos responsables de lo que nos pueda suceder que son nuestros senadores y representantes, pues serán ellos quienes definan el cúmulo de cambios que se les presenten.

Ahora, si realmente fueran honestos y representaran a sus electores deberían lograr que lo aprobado no fuera en perjuicio de la nación misma que será llevada al caos si aprueban a pupitrazo limpio lo que les proponen, como es su perniciosa costumbre, pues están dejando los proyectos parados para en los últimos días de la legislatura y con la maquinaria debidamente enmermelada aprobar todo sin leer, sin discutir y lo más inquietante, sin pensar en el daño que le pueden causar al país.

Los colombianos tenemos que tener los ojos puestos en nuestros nunca bien ponderados y honestísimos parlamentarios, reclamándoles claridad en sus decisiones, consistencia en sus debates, seriedad en las votaciones y sentido social al momento de definir el alud de propuestas para apartarse de los lineamientos del foro de Sao Paulo, los cuales pondrían al país patas arriba para provecho de la clase política gobernante como se ha demostrado suficientemente en los países en donde se ha aplicado este modelo que algunos de nuestros ministros ven como el ejemplo a seguir.

Nunca habrá peor ciego que aquel que no quiere ver, máxime cuando esa ceguera sea motivada por la mala fe con que se trata de actuar solo para implementar una línea política de gobierno que ha demostrado suficientemente su fracaso en aquellos países en donde se ha aplicado.

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