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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 17 de septiembre de 2020 - 12:00 PM

Pilas, vamos mal

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Lo sucedido la semana pasada no es otra cosa que la demostración manifiesta de que Colombia es un país sin una autoridad capaz de imponer el orden que toda sociedad necesita para permitir que sus gentes vivan tranquilas.

Esta situación la hemos vivido muchas veces, desde la elemental desprotección del ciudadano frente al cascarero que le puede robar con absoluta impunidad, hasta esa violencia orquestada frente a la cual el Estado no puede hacer nada diferente a dejarla terminar por consunción.

En Colombia ha desaparecido literalmente el sistema judicial, corrompido por el actuar de sus máximos exponentes y acorralado por la negligencia o cercado por unos modelos legales especializados en proteger a los delincuentes, que lo saben perfectamente, lo cual les permite optar por la criminalidad como fórmula de vida.

Alguien decía que la izquierda radical, ante la imposibilidad de llegar al poder mediante las elecciones y la incapacidad de competir con los mañosos que no renuncian a continuar en el Congreso, la encontraron fácil tomándose la Rama Judicial, esa que permitió que un delincuente como Santrich evadiera con total impunidad el peso de la justicia o esa otra que los guerrilleros diseñaron para eludir la responsabilidad social que les asiste por 50 años de criminalidad desbordada.

Hoy todo son Derechos Humanos en un solo sentido, porque cuando se trató de un acto criminal como el de la Escuela de Policía nadie habló de ellos, pero cuando se toca un izquierdista radical, aparecen todos gritando “violación al derecho humanitario”, en una desproporción inexplicable si no se le mira con la óptica de la toma institucional de quienes quieren convertir a Colombia en un paraíso socialista.

La situación es clara y el proceso es sistemático y pre-calculado golpeando cada día al poder legítimamente establecido para intentar imponer el socialismo del siglo XXI absolutamente “democrático y exitoso” como el de Cuba, Venezuela o Nicaragua.

Sentimos que llegó el momento de despertarnos, pues la izquierda recalcitrante no ha dormido y así como vamos caminamos al despeñadero, facilitándoles la toma del poder para arruinar a un pueblo enriqueciéndose ellos como nos lo muestran los ejemplos.

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