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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 07 de julio de 2022 - 12:00 PM

Una conducta humana

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En un antiquísimo diccionario de la lengua española encontramos lo siguiente: “CANALLA: designa a la gente ruin, de bajo proceder y de criminal conducta ...tiene los más bajos y viles sentimientos: su corazón a nada tiene verdadero apego, pues no conoce ni compasión, ni honor ni delicadeza: todo lo sacrifica a su codicia y ansia de tener: vende sus votos, sus opiniones si algunas tienen, su conciencia misma; carece de lealtad, de probidad, de honor, de humanidad.... Esta palabra no pertenece a clases ínfimas, sino también a veces, con grave desdoro de ellas, a las superiores, pues que en todos los estados y condiciones de la sociedad se encuentran CANALLAS; y tanto lo pueden ser los que bajo brillantes, finas y aun nobles apariencias ocultan un corazón perverso, cuanto los hombres groseros que ni saben ni quieren ocultar su maldad.”

Lo es también quien predica una cosa, pero cuando aplica lo hace de manera contraria a sus principios, solo para intentar causar un perjuicio a quien sí está obrando de buena fe y procediendo con la ética que aprendieron de sus abuelos, esos que siquiera se murieron sin ver cómo se trafica con los principios.

Para el canalla solo existen sus personalísimos intereses y con tal de lograr sus propósitos desconoce los valores, las necesidades y las aspiraciones de quienes el destino ha obligado a acudir a ellos tratando de recomponer lo que consideran no se les ha dado.

A este tipo de personas toca enfrentarse de vez en cuando y fastidian sus actitudes cuando desempeñan cargos que merecen que a ellos lleguen ciudadanos intachables y no quienes abusan de su condición, para causar daño con propósitos siniestros.

Desafortunadamente tropezarse con esa clase de inmorales, para quienes solo lo que ellos piensen tiene validez y que atacan sin razón a aquellos que lograron lo que él desea alcanzar comportándose sin ética, ni valores, basándose en el principio de que el fin justifica los medios, es un auténtico fastidio.

Desgraciadamente las sociedades tienen que sufrirlos, pues forman parte de su estructura y se dan consideraciones que impiden enfrentarlos como se merecen, solo que ellos terminan labrándose la deshonra no solo de los de su clase sino también de la sociedad en general.

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