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Eneas Navas
Jueves 21 de octubre de 2021 - 12:00 PM

El árbol y la flor

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Aunque las rogativas religiosas para pedir la lluvia oportuna eran comunes en todo el país y desde los atrios y púlpitos los curas pedían al pueblo que de la mano de Dios soportaran las inclemencias con paciencia, templanza y clemencia; aunque en los pueblos de Cundinamarca el sol salía por obligación y era bastante avaro para calentar; aunque en la casona de Chía, bajo el cielo claro azul celeste ya crecían el cerezo, el pero, el abeto y el pasto; nosotros (mis padres, el perro, la guitarra y yo), llegamos allí en 1970 para vivir lo que en poemas hechos canciones se cuenta, pero que debería ser historia olvidada, lección aprendida y hecho superado... pero no.

Mientras la novela “El caso de la bañera verde” -que después fue La pequeña hermana- se seguía escribiendo, asistí a la comunión de tres canciones que venían dando vueltas por separado y que, a la postre se hicieron una para todos. En ella, una flor para mascar, (que es la del pero), el tiempo se detiene, pero el hambre despierta a la misma hora y se recuerda al hombre gritar... “vendo leche sin agua, vendo miel, vendo pan... y dinero... no hay”.

Hoy, en la madrugada, escuchando nuevamente las historias, me doy cuenta de que las cosas en Colombia han cambiado, se han vuelto grandiosas y nada... nada ha cambiado. Para ejemplos muchos, uno de ellos la falta de energía eléctrica que releve al sol, carencia rural que muchos reclaman y entre tantos, mi padre.

Así pues, debo decirle a él que, aunque tenga los pies cansados, su boca reseca y lleguen las seis de la tarde -hora en la que cae el sol-, escuchando al cura mandar... que tengamos paciencia, templanza y clemencia... sepa que Dios proveerá.

Hoy, en la madrugada de Lebrija donde el sol es generoso, pero se levanta tarde, sin poder pedir al que manda en la tierra en nombre de Dios que se amplíe la red eléctrica para que se iluminen los campos, aunque dinero no hay... solo queda salirle al paso a la energía solar como cuando con las manos por canasta arrancábamos los escasos rayos al avaro sol, en Chía... pero nos toca cantar, pues dinero.... no hay.

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