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Ernesto Rueda Suárez
Lunes 10 de mayo de 2021 - 12:00 PM

Palabras inútiles

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Peter Brown (Dublín, 1935), profesor emérito de Princeton, es reconocida autoridad y referencia mundial en la historia de la Antigüedad tardía, del estudio de la cultura religiosa y de la relación entre religión y sociedad. Su obra es inmensa, pero quiero destacar cuatro libros, escritos en diversas épocas de su larga vida: “Agustín de Hipona” (1967), “El mundo de la Antigüedad tardía” (1971) -con el que derribó las tesis principales de Gibbon sobre la caída del Imperio romano, reeditado este año-, “El cuerpo y la sociedad; los cristianos y la renuncia sexual” (1988), que nos revela claves para entender este problema en la Iglesia actual, y “Por el ojo de una aguja; la riqueza, la caída de Roma y la construcción del cristianismo en Occidente” (2012), que describe cómo terminaron en poder de la Iglesia las inmensas riquezas de unas pocas familias privilegiadas, una nueva renuncia que transformó las ideas de filantropía del mundo romano, y asentó las de caridad cristiana y la virtud de la pobreza para alcanzar el Reino de los cielos. Cada una de estas obras es en sí misma monumental, con un estilo narrativo exquisito, como corresponde a todo buen escritor irlandés, que se nota en las muy buenas traducciones castellanas.

Hace unos días Brown concedió entrevista a “El País”, con motivo de la reedición de “El mundo de la Antigüedad tardía”, y nos dejó dos perlas: “Peor que olvidar la historia es retorcerla para avivar el resentimiento”, manipular el pasado para infundir miedo; y “No hay nada más trágico que un hombre que ha perdido la memoria”, si es que alguna vez tuvo alguna, digo. A Brown le inquietan los movimientos neofascistas y neonazis que afloran en Europa y América.

Post scriptum. Retorcida también parece la utilización neonazi de la obra del filósofo y psicoanalista Félix Guatari (1930-1992) “La revolución molecular” (1977). Reconvertida en teoría conspiratoria uribista, para reemplazar los refritos de la “ideología de género” y el castrochavismo. Para muchos es más fácil entender como funcionan las criptomonedas que este engendro “molecular”.

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