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Felipe Zarruk
Sábado 03 de junio de 2023 - 12:00 PM

Desde la ventana de un taxi

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La mañana calurosa de un sábado hace tres o cuatro meses, iba con mi hijo Juan Felipe en el taxi del ‘loco’ Richard López y al pasar por la carrera 36 entre calles 52 y 51, el conductor del vehículo frenó mientras que mi muchacho descendía y me invitaba a entrar al club de boxeo ‘El Olímpico’.

Observé el lugar desde la ventana del KIA de ‘Charry’ cuyo aire acondicionado refrescaba mi humanidad y ante la invitación de mi descendencia no tuve otra alternativa que abandonar la comodidad y ver de cerca lo que el pelao quería. Desde diciembre me traía loco con el tema de ser boxeador y retirarse del fútbol. Acababa de ganar un torneo en San Gil con su equipo pero algo lo tenía inquieto y en las que me vi para convencerlo de que volviera a los entrenamientos.

“Vuelvo al fútbol, si me dejas boxear”. Empezaron las charlas, el tire y afloje. Él sabía que yo iba a decir que sí, me conoce, amo el boxeo. Es algo heredado, mi abuelo Sixto no solo fue golfista, atleta de la milla, jugador de pelota vasca, basquetbolista, tenista y mil vainas más, también fue un gran boxeador de peso mediano. Me regaló un par de guantes rojos, vi a su lado muchas peleas de boxeo en el Coliseo Humberto Perea y una vez me llevó a Cartagena a conocer el gimnasio ‘Chico de Hierro’. Admiré a Bernardo Caraballo, a ‘Mochila’ Herrera y mi corazón se quería salir cada vez que peleaba el mejor welter junior de la historia: Antonio Cervantes ‘Kid Pambelé’.

Subí las escaleras junto a mi hijo y al llegar al tercer piso, encontré una terraza amplia y tres escalones más arriba una plataforma de madera con todos los implementos para la práctica del deporte de las narices chatas. Sacos, peras, espejos y muchas fotos de todos los campeones del mundo que hemos tenido los colombianos. Desde Antonio, pasando por Rodrigo Valdez, los hermanos Ricardo y Prudencio Cardona, ‘Happy’ Lora, Fidel Bassa y si no corto aquí, no termino nunca. Ahí en medio de los practicantes estaba el campeón del mundo Carlos Támara, un sincelejano que vendía pasteles en Barranquilla y el 23 de enero del 2010 este minimosca conquistó el cinturón de la FIB en Manila (Filipinas).

La galería está llena de retablos con reportajes hechos por el gran cronista barranquillero Estewil Quesada Fernández, cuyo parecido físico con el gran boxeador Mario Miranda es impresionante. Al lado de ‘El Olímpico’ Támara estaba otro campeón del mundo del peso gallo, el cartagenero Johnny Pérez quien conquistó el fajín de la FIB en Las Vegas (Nevada) un 31 de octubre de 2009. ‘La Hormiga’ me saludó como si yo hubiese sido su sparring. Carlos me vendió el kit completo, los guantes, el protector bucal, las vendas, el lazo. Yo estaba feliz, los ojos de mi pelao brillaban. Iniciamos la charla, recordamos a ‘Pambelé’, hablamos de ‘Mano de Piedra’ Durán, de Leonard, les conté sobre Nicolino Locce, Carlos Monzón, ¡estaba en mi salsa! Bailé sobre el ring de los recuerdos, esos que afloran cuando pienso en Muhammad Alí y Joe Frazier.

Salimos felices, mi hijo es un boxeador derecho, natural, tiene pegada, estilo, lo único malo es que mi señora se opone. No quiere por nada del mundo que su hijo sea boxeador. Me pregunta por ‘Pambelé’, lo quiere conocer. Estewil está haciendo la gestión para ir a verlo. Apenas vi a mi hijo parado frente al saco, me di cuenta que era boxeador. Lo vi desde la ventana del taxi. ¡También vi a mi abuelo! Hasta la próxima.

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