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Viernes 03 de diciembre de 2021 - 12:00 PM

La estructura política

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En procura de superar el cerrado y excluyente bipartidismo político, acentuado e institucionalizado durante el período del Frente Nacional, El Constituyente de 1991 formuló como postulado central un modelo pluripartidista, propicio para la expresión de nuevas fuerzas políticas, sociales, ideológicas y culturales. La flexibilidad normativa concebida para la creación de las nuevas organizaciones políticas, coadyuvó, en la década de los años 90, la presencia de 63 micropartidos, de perfil unipersonal, motivados por conveniencias electorales de sus inspiradores, carentes de identidad ideológica y perturbadores de la gobernabilidad del país.

En ese contexto de flexibilidades, seguramente como consecuencia de ellas, irrumpe en el nuevo escenario político la presencia del paramilitarismo, que se organizó políticamente y llevó al Congreso a “personajes” de indeseable recordación.

El pretendido pluripartidismo político de la reforma de 1991 no logró su cometido, toda vez que la mayoría de las nuevas organizaciones derivaron de los partidos tradicionales, con un precario sustento electoral y sin la fuerza ideológica suficiente para generar nuevas formas de pensamiento y de praxis política; la gestión política se redujo a la búsqueda de soluciones electorales, sin responder a los anhelos colectivos, y es bien sabido que sin participación ciudadana, la democracia es una simple entelequia sin proyección alguna.

Ante el fraccionamiento político gestado por la reforma de 1991, los Actos Legislativos 01 de 2003 y 01 de 2009 adoptaron medidas de mitigación, entre ellas: la lista única cerrada, a efecto de mantener la disciplina electoral; la opción del voto preferente, a voluntad del respectivo partido; elevación de los umbrales para acceder al Congreso; exigencias más estrictas respecto de la prohibición de la doble militancia; proscripción del aval a candidatos vinculados a grupos armados ilegales o relacionados con el narcotráfico.

Es perceptible que las reformas de 1991, de 2003 y 2009 centraron sus preocupaciones en la solución de sus pretensiones electorales, olvidando que el asunto cardinal tiene su centro de gravedad en la formación de una cultura política que fortalezca la democracia participativa.

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