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Viernes 18 de junio de 2021 - 12:00 PM

Nuestra casa común

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He tomado este título de la Encíclica LAUDATUS EST, escrita por el Papa Francisco en el 2015, y me refiero a este tema, por haberse celebrado el pasado 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente.

La ciudadanía ha venido exigiendo que se tomen medidas efectivas para proteger lo que Francisco llama “nuestra casa común”, tales como la prohibición al fracking, la detención inmediata de la deforestación, el rechazo al glifosato, la protección de la vida de los ambientalistas y la suscripción del Acuerdo de Escazú, así como la utilización de las consultas populares establecidas en nuestra Constitución para la toma de decisiones que pongan en riesgo nuestras reservas ambientales.

La semana pasada recorrí la Serranía de los Yariguíes y me pude encontrar de cara con la riqueza ecológica y ambiental de Santander. Valles bordeados por montañas gigantescas; ríos caudalosos como el Suárez y el Sogamoso; quebradas cristalinas que atraviesan la vía entre El Palmar y El Socorro; miradores como el de La Aguada, que deja ver la belleza del valle donde se asienta esta población y guacamayas que vuelan en libertad en las afueras de Landázuri y Cimitarra.

Francisco en su Encíclica habla de la casa común, cuando se refiere a la necesidad de hacer un pacto para cuidar “nuestra madre tierra”, la cual “nos sustenta y gobierna” y enfatiza en que “el desafío urgente de proteger nuestra casa común, incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible integral”.

Se despertaron en mi sentimientos encontrados, porque de una parte vimos el abandono del estado al recorrer vías casi intransitables y poblaciones en donde se nota la pobreza y la carencia de servicios, pero al mismo tiempo reflexionamos en que quizá si hubiera existido un desarrollo vial en la zona, los recursos naturales que aún permanecen vírgenes, hubieran sido arrasados por la mano del hombre; situación que se vive en las orillas del Magdalena, en Barrancabermeja, en donde la contaminación, el desaseo y la invasión de la ribera del río, contrastan duramente con la belleza natural.

“Los recursos de la tierra han sido depredados a causa de formas inmediatas de entender la economía y la actividad comercial y productiva”, nos dice el Papa.

Es urgente que nos unamos para oír “el clamor de la tierra” y evitar que acabemos con nuestra casa común.

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