Puedo afirmar sin temor a equivocarme que al común de los colombianos nos ha tocado vivir en un mundo injusto, y muchas veces cruel. En las últimas décadas las oportunidades se han visto disminuidas, las incertidumbres son crecientes conduciendo a miedos y ansiedades que muchas veces paralizan o restan capacidades.
Homicidios, masacres, desplazamientos, informalidad, pobreza extrema y miseria, todas circunstancias que la población logra mitigar con resignación algunos y con indolencia otros. Pocos tienen pensamiento crítico y analítico, muchos fallan en comunicarlo de una manera efectiva; los mensajes que emiten llegan a cerebros infectados con información repetida, construida con el propósito de la manipulación: falsas expectativas, mentiras cínicas y enormes, creación de enemigos internos y externos, negación de hechos y realidades, reescritura de la historia, etcétera.
Los poderosos de la economía reinan desde tronos de indolencia y los políticos en general sirven a sus amos por las prebendas de los cortesanos. Sin embargo, hay rebeldes, unos cautelosos con propuestas de cambio real, otros comprometidos con la transformación. A los primeros los estigmatizan como tibios, a los otros como comunistas o “castros chavistas”, no obstante que Castro, Chávez y el comunismo están muertos.
Queremos un cambio. Me gusta la vehemencia y claridad de Iván Marulanda, luchador de todas las horas con inteligencia y humildad; admiro la capacidad y fortaleza de Petro, sus propuestas se me hacen viables, pero advierto debilidad en su conexión con los confundidos, que somos casi todos. También, veo a alguien apareciendo con contundencia desde una esquina insospechada: la poesía; que al ser una expresión de los sentimientos muestra su interpretación de las realidades que nos agobian: el fracaso, el miedo, el desamparo, la nostalgia, la soledad; su mensaje lo transmite con pulcritud, con estética, con coherencia, con provocación. Ese es Alejandro Gaviria, académico, humanista, analítico, argumentador, valiente, educador, conocedor del país y de sus sentimientos y necesidades, decidido y capaz. Consciente de su liberalismo trágico, pero también abierto a las ideas. Fue excelente ministro, es muy buen rector, lo quieren arropar los maculados para neutralizarlo, mientras su mirada es paciente e inteligente.