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Jaime Forero Gómez
Viernes 30 de octubre de 2020 - 12:00 PM

El cerebro del niño y los maestros

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Llama la atención durante esta época de pandemia, la aparición de numerosos artículos en libros, revistas y redes sociales, sobre el desarrollo cerebral del niño y adolescente con énfasis en la educación, como factor diferenciador en los procesos de aprendizaje, memoria, desarrollo y reparación cerebral. Para modificar estos procesos, se emplean diversas estrategias como calidad de vida, dieta, evitar contaminantes, ser feliz y no tener estrés, siendo vital la experiencia.

La experiencia es una forma de habilidad o conocimiento que nos permite realizar cambios cerebrales que integran lo que se denomina plasticidad cerebral. La experiencia nace de la vivencia u atención de un suceso obligando a periodos de descanso para conseguir la reconexión neuronal que caracteriza la plasticidad cerebral. Los estímulos, enseñanzas, habilidades, búsquedas y emociones en la niñez nos permiten el aprendizaje que caracteriza la experiencia y es vital en el desarrollo cerebral del niño. La incertidumbre sobre el desarrollo cerebral de nuestros hijos nace al observar el tipo de educación que están impartiendo algunos profesores, donde la enseñanza de experiencias no se logra, siendo reemplazadas por modelos de aprendizaje obsoletos, repetitivos que bloquean el desarrollo del cerebro del niño, formando adultos incapaces de reprogramar procesos de enseñanza, por carencia de plasticidad cerebral.

El cerebro infantil como sistema viviente para poder alcanzar un desarrollo y aprendizaje necesita encontrar realidades innatas con orden. El tipo de educación que se está impartiendo, especialmente en entidades públicas, es carente del ordenamiento lógico vital para lograr un desarrollo cerebral que permita alcanzar una vida adulta saludable y feliz. Como padres debemos exigir a los maestros educación integral con estudio y actualización permanente; no como viene sucediendo, donde la enseñanza es reemplazada por discursos polarizantes e inútiles formadores de adultos sin pericias ni destrezas. La experiencia de vida y aprendizaje, conseguidos a través de maestros preparados y equilibrados, lleva a la formación de niños y adolescentes con la sabiduría necesaria para alcanzar una vida adulta óptima y feliz. La pandemia debe obligarnos a exigir unos procesos de enseñanza donde nuestros hijos sean los beneficiados con estos cambios.

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