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Jorge Gómez Duarte
Martes 04 de agosto de 2020 - 12:00 PM

La meritocracia en el Congreso

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Con frecuencia escuchamos críticas al proceder de algunos de nuestros congresistas, especialmente relacionadas con sus calidades personales y laborales, los intereses que los mueven y su apetito económico individual.

También, esas críticas van orientadas al tamaño del Congreso, el costo de su funcionamiento, el proceso de elección de sus directivos y el papel de las bancadas políticas.

Pocas veces nos detenemos a mirar la calidad de las personas que lo conforman, su formación, sus antecedentes, sus realizaciones, lo que han hecho por y con la comunidad en su recorrido para llegar a ser “Padres de la Patria”.

En una democracia imperfecta como la nuestra, donde no existe una cultura política en buena parte de los electores y muchos de ellos no tienen la suficiente educación para decidir con capacidad crítica, adicional a los escasos recursos monetarios que los llevan a vender el voto a cambio de dinero o promesas, es muy difícil contar con un Congreso mejor que el que tenemos.

Debemos subsanar las deficiencias educativas de nuestra población y propiciar el mejoramiento de las condiciones económicas de aquella población vulnerable, que por ignorancia o pobreza entrega su voto al mejor postor. Este es un proceso que no se logra de la noche a la mañana y en el cual se ha progresado, más no lo suficiente para impactar en la mejor escogencia de nuestros dirigentes políticos.

Pero mientras tanto, podríamos avanzar por otro lado. En todo proceso de selección, para cualquier actividad, suelen establecerse unos requisitos a los aspirantes: un perfil, unos conocimientos y experiencia, una hoja de vida certificada y confirmada, con lo cual se obtiene una idea de las competencias que este individuo posee para desempeñar sus funciones.

Para algunos democratistas sonará absurdo proponer que deben existir condiciones para aspirar a ser congresista. Por supuesto, deben ser los votos los que definan una elección al Congreso o a cualquier corporación pública, pero también deben existir unas cualidades para ser elegible en estos cargos tan importantes, cuyos integrantes tienen que ser ejemplo para toda la población.

Acepto que existen corruptos ilustrados, pero de estos se debe encargar la justicia y el papel de los electores debe ser desenmascararlos, más no por ello prescindir de unas exigencias personales y profesionales para ser elegido.

La democracia, bien entendida, no puede ser anárquica, deben existir condiciones que le permitan funcionar en forma adecuada y cada día mejor, respetando el querer popular.

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