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Jorge Gómez Duarte
Martes 10 de noviembre de 2020 - 12:00 PM

La xenofobia contra los venezolanos

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A raíz de la situación política y socioeconómica de Venezuela, se ha dado una gran migración de sus ciudadanos a nuestro país, buscando unas mejores oportunidades de trabajo y bienestar, calculándose que hoy en día habitan en Colombia cerca de un millón ochocientos mil venezolanos.

La mayoría de estos migrantes están laborando en forma regular en empresas productivas, con calidad de competencia y aportando al crecimiento nacional. Otros más, realizaron inversiones importantes y montaron sus empresas, creando oportunidades de trabajo para nacionales y extranjeros.

Desafortunadamente, unos pocos no han venido con esas intenciones o no han tenido las oportunidades y suerte para ganarse unos ingresos en forma legal, que les permita subsistir; entonces se han dedicado a la delincuencia, como ocurre también con algunos connacionales.

Producto de este mal comportamiento de unos pocos, se ha creado en el país una animadversión creciente y generalizada contra los venezolanos, hasta llegar a una patológica xenofobia, la cual no tiene razón de ser, dado el carácter minoritario de los causantes y la existencia en el país de organismos de seguridad y justicia encargadas de controlar la delincuencia, no solo de estos, sino también de los colombianos.

No somos un país de santos, como tampoco el comportamiento de algunos de los nuestros en el exterior ha sido el mejor, y aunque tenemos alguna mala fama, esta no ha llegado a la estigmatización y al rechazo que tiende a extenderse en nuestro medio contra los migrantes en mención.

Vale la pena recordar las épocas de los 60, en que se dio una importante salida de colombianos al vecino país, en búsqueda, igualmente, de mejores condiciones de vida, y la aceptación que tuvieron fue buena y pacífica, pudiendo trabajar juntos por el progreso de ese país.

Igualmente me consta, para los años 80 y 90, cuando de manera frecuente visitaba ese país por razones de trabajo, el ambiente de cordialidad, tranquilidad y seguridad que se vivía, al igual que el respeto a los derechos humanos, especialmente en relación con el trato igualitario, sin distingo de nacionalidad, raza, credo o cualquier otro tipo de diferencia, me permitieron desarrollar mis actividades sin ningún tropiezo.

El llamado es a tomar consciencia de nuestro comportamiento como ciudadanos de bien y no dejarnos llevar por las pasiones, inducidas ellas por los delitos de unos pocos; por el contrario, ayudemos con oportunidades a quienes quieren ganarse la vida honestamente, independiente de donde sean, al igual que denunciemos a quienes tratan de vivirla dentro de la ilegalidad.

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