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Jorge Gómez Duarte
Martes 12 de mayo de 2020 - 12:00 PM

Nuestras empresas en la historia

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Leyendo la historia del desarrollo empresarial en el país desde comienzos del siglo 20, cuando Santander era la segunda región más importante del país y comenzaba la industrialización, nacieron en esta tierra importantes empresas que comenzaron a competir con la importación de productos, especialmente traídos de Europa, logrando avances importantes para cubrir el mercado nacional y en algo el internacional.

La cultura santandereana de entonces se cimentaba en el tradicional patronalismo de la Colombia rural, que remedaba en buena parte el feudalismo europeo. Por ello, la identificación de los trabajadores como peones y la aparcería como modelo de producción agrícola, fueron muy propios de la época.

Esta experiencia laboral fue la base de la contratación del trabajo al inicio del desarrollo industrial en la región, el cual prosperó en un comienzo, pero con el correr del tiempo y la mayor educación de las gentes, fue generando una brecha en las relaciones obrero patronales, que derivaron en conflictos laborales y la quiebra de muchas empresas locales.

La experiencia en otras regiones del país fue diferente, especialmente en Antioquia. Allí existió desde el comienzo de la industrialización, un mejor ambiente laboral y la unión de esfuerzos para sacar adelante las empresas, lo cual propicio un mayor desarrollo, más empleo y mejor crecimiento económico en la región.

La diferencia estuvo en buena parte ligada a la personalidad de cada cultura: los paisas tenían unas costumbres de mercaderes flexibles, asociativos, abiertos, arriesgados e innovadores; mientras los santandereanos veníamos de campesinos tradicionalistas, serios, trabajadores, tímidos y responsables.

Afortunadamente los tiempos han cambiado desde ese entonces en nuestro medio, dejando atrás en buena parte esa cultura psicorígida de aquel entonces. Hoy somos más asequibles, emprendedores, educados y solidarios, lo cual ha contribuido en un mejor relacionamiento laboral en la estructura empresarial.

Es necesario entender que los dos sectores se necesitan y no pueden vivir el uno sin el otro, por tanto se debería mantener una mentalidad asociativa para sacar las empresas adelante. Traigo a cuento estas historias en épocas de pandemia, cuarentena, cierres de mercados, baja producción y riesgos de quiebras, para poner a pensar a empleados y empleadores en converger hacia un propósito común, sacar adelante las empresas manteniendo su viabilidad económica, preservando el empleo y recibiendo sus colaboradores una remuneración económica de acuerdo con las posibilidades, la cual permita vivir dignamente en esta época de “vacas flacas”.

Debemos ser socios en las buenas y en las malas.

Leyendo la historia del desarrollo empresarial en el país desde comienzos del siglo 20, cuando Santander era la segunda región más importante del país y comenzaba la industrialización, nacieron en esta tierra importantes empresas que comenzaron a competir con la importación de productos, especialmente traídos de Europa, logrando avances importantes para cubrir el mercado nacional y en algo el internacional.

La cultura santandereana de entonces se cimentaba en el tradicional patronalismo de la Colombia rural, que remedaba en buena parte el feudalismo europeo. Por ello, la identificación de los trabajadores como peones y la aparcería como modelo de producción agrícola, fueron muy propios de la época.

Esta experiencia laboral fue la base de la contratación del trabajo al inicio del desarrollo industrial en la región, el cual prosperó en un comienzo, pero con el correr del tiempo y la mayor educación de las gentes, fue generando una brecha en las relaciones obrero patronales, que derivaron en conflictos laborales y la quiebra de muchas empresas locales.

La experiencia en otras regiones del país fue diferente, especialmente en Antioquia. Allí existió desde el comienzo de la industrialización, un mejor ambiente laboral y la unión de esfuerzos para sacar adelante las empresas, lo cual propicio un mayor desarrollo, más empleo y mejor crecimiento económico en la región.

La diferencia estuvo en buena parte ligada a la personalidad de cada cultura: los paisas tenían unas costumbres de mercaderes flexibles, asociativos, abiertos, arriesgados e innovadores; mientras los santandereanos veníamos de campesinos tradicionalistas, serios, trabajadores, tímidos y responsables.

Afortunadamente los tiempos han cambiado desde ese entonces en nuestro medio, dejando atrás en buena parte esa cultura psicorígida de aquel entonces. Hoy somos más asequibles, emprendedores, educados y solidarios, lo cual ha contribuido en un mejor relacionamiento laboral en la estructura empresarial.

Es necesario entender que los dos sectores se necesitan y no pueden vivir el uno sin el otro, por tanto se debería mantener una mentalidad asociativa para sacar las empresas adelante. Traigo a cuento estas historias en épocas de pandemia, cuarentena, cierres de mercados, baja producción y riesgos de quiebras, para poner a pensar a empleados y empleadores en converger hacia un propósito común, sacar adelante las empresas manteniendo su viabilidad económica, preservando el empleo y recibiendo sus colaboradores una remuneración económica de acuerdo con las posibilidades, la cual permita vivir dignamente en esta época de “vacas flacas”.

Debemos ser socios en las buenas y en las malas.

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