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Jorge Guzmán
Viernes 17 de septiembre de 2021 - 12:00 PM

Afganistán y las dos décadas pérdidas

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La guerra más larga de los Estados Unidos llegó a su fin con el retiro de las tropas norteamericanas en Kabul el pasado 30 de agosto. Sin embargo, los Talibanes, con quienes el secretario de defensa de Trump inició negociaciones para la retirada de los Estados Unidos, se tomaron a los muy pocos días el poder y el terror, el miedo y la desesperanza volvieron a reinar, en especial en las mujeres. Esta guerra demuestra que las vías militares cada vez son menos efectivas.

Desde septiembre 11 de 2001, la seguridad nacional y la geopolítica justificaron intervenciones para luchar contra el terrorismo en el planeta y mantener los valores occidentales de libertad y democracia. Desde ese día Estados Unidos se embarcó en una guerra que tuvo algunos resultados positivos como dar de baja a Osama Bin Laden, quien organizó los ataques a las torres gemelas, el pentágono y al parecer la Casa Blanca. Sin embargo, el pretender cambiar la institucionalidad y refundar un Estado es una tarea mucho más compleja. En 20 años se vio la incapacidad de fortalecer las instituciones de seguridad de Afganistán. El ejército de Estados Unidos se volvió la policía para mantener los aspectos de seguridad en este país; sin su presencia, la débil institucionalidad fue tomada por los Talibanes.

Esta guerra de dos décadas pérdidas deja varias lecciones. La reconstrucción de un Estado no es exclusivamente un aspecto de seguridad. Por supuesto, que la seguridad es un bien público y muy importante para todo Estado, pero sola no basta. Se requiere de políticas de cooperación en materia de desarrollo de infraestructura para generar competitividad, atraer inversión, educar y formar a la población. Adicionalmente, las intervenciones militares para cambiar el curso de un Estado están quedando obsoletas; los principios del diálogo, el respeto de la soberanía y la no injerencia en asuntos internos deben ser la base de cualquier cooperación. La guerra de Afganistán refleja también que la salida a la crisis con Venezuela no puede ser militar y cuando se reestablezcan unas elecciones transparentes, la reconstrucción de este país debe incluir un enfoque de cooperación integral.

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