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Juliana Martínez
Miércoles 27 de mayo de 2020 - 12:00 PM

Nuestro racismo

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La semana pasada se hizo viral un audio en el que funcionarios del Ministerio del Interior hicieron gala de su poca aptitud técnica y profundo racismo insultando a los miembros del Consejo Regional Indígena del Cauca con quienes acababan de terminar una reunión.

No voy a repetir los insultos, pero más que escandalizarse por escuchar en voz alta lo que tantas personas piensan y dicen en privado, este acto debe servir para reflexionar sobre la prevalencia del racismo en Colombia.

Esto es particularmente urgente cuando el racismo estructural materializado en el abandono estatal comete un nuevo genocidio en el Amazonas esta vez en la forma de COVID-19; y en medio del asesinato sistemático de líderes indígenas que, 500 años después de la llegada de los españoles, siguen siendo masacrados por defender su territorio y autonomía cultural.

Estos comentarios deben preocuparnos pero no sorprendernos, pues el desprecio por los pueblos indígenas atraviesa la historia y la sociedad colombianas.

En Colombia crecemos desdeñando a las personas y culturas indígenas y afrodescendientes. Somos tan racistas que ni siquiera reconocemos el racismo aun cuando lo estamos afianzando.

El habla cotidiana está llena de ejemplos. Prácticamente todo lo que se escucha relacionado con los pueblos originarios es despectivo o risible. Términos como “chibchombiano”, el llamarle a los celulares más básicos “flechas” porque “cualquier indio tiene uno”, el hablar de “malicia indígena”, la todavía popular expresión “mejorar la raza”, y el más directo “no sea indio” como uno de los peores insultos, son algunas de las muestras más evidentes de nuestro arraigado racismo.

Además, se nos enseña a buscar abolengos europeos dónde sea porque creemos que eso nos hace mejores; y se nos acostumbra a escudriñar la piel, los ojos y el pelo de los recién nacidos porque su belleza depende de su blanquitud.

Escandalizarse por el racismo más burdo de los demás no sirve de nada si no estamos dispuestos a evaluar, y comprometernos a cambiar, las miles de maneras en las que nosotros mismos reproducimos el racismo estructural, incluyendo el internalizado.

Qué esto sea una oportunidad para reflexionar y, sobre todo, para tomar acción.

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