La narrativa del caricaturista es diferente por cuanto debe resumir en una o pocas miradas todo un contenido. De no ser que haya series continuadas tipo “Los Simpson” que reflejan con humor los pormenores de una familia norteamericana sector medio; y antes “Educando a papá” sobre los nuevos ricos o burgueses con esposa trepadora y hermano dormilón. Hoy en el panorama nacional tenemos caricaturistas ante todo retratando al país político en el fondo, valiéndose de episodios picarescos abundantes por cierto en el día a día, no siempre con acierto por exceso de discurso evidente o por falta de inducción sugerente, cuando no de imaginación creativa. Hoy es la crítica a la vida pública, aunque algunos penetran atrevidamente la vida privada envueltos en el humor.
Viejos y expresivos caricaturistas maestros que han tratado de torear la delicada carga de la crítica política como finalidad directa, no nos han faltado: el inolvidable Mingote –español- o Aldor que solía reflejar en sus dibujos su herida de refugiado húngaro, como aquella memorable del mundial de fútbol cuando Colombia derrotó a Rusia para él triunfo indudable de la democracia sobre el totalitarismo. Y tuvimos a Pepón sin ser buen dibujante y a Osuna de otros tiempos menos a la derecha. Matador firme y directo con humor tan necesario en nuestra sociedad violenta por simple terapia mental; Garzón y sus “Cartones” cerebral y Mico con futuro. Cándida y Nieves ahí. Por aquí después de Kékar poco qué ver.
Pero hay otra rama del humor ya no pintado sino escrito que podemos mencionar en este repaso rápido, no sucinto, lo cual me ha permitido ejercitar la memoria de informado y consultor veterano de la prensa escrita. Lucas Caballero “Klim” o Daniel Samper Pizano porque Samper Ospina me parece atosigante por reiterado; Tola y Maruja infaltables hasta su escrito del 21-05-23 abiertamente racista y desobligante con los africanos y con la misma Vice presidenta Francia Márquez, a quien “todos a una como en Fuenteovejuna” le dan palo porque sí y porque no..... Y eso que en Colombia el racismo es cosa del pasado, dicen. Cuánto humor nos hace falta sin volverlo todo chiste en uno de los países “más felices del mundo”, mamadera de gallo o chiste “pachuno”, pesado y retador en tierra abonada para lo caricaturesco.
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