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Luis Fernando Rueda
Domingo 14 de junio de 2020 - 12:00 PM

Amor narcótico

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El episodio de la vicepresidenta de Colombia, Martha Lucía Ramírez, más allá de la gritería sobre si obró bien o no al ocultar durante 23 años que su hermano fue condenado por narcotráfico en los Estados Unidos, nos debe servir mejor para reflexionar sobre una tragedia que nos toca a todos por igual por el hecho de haber nacido en este país.

Sobre la nueva Colombia, prometida por gobernantes de todas las tendencias, no hay tal. Todos los años, a veces de frente y otras de reojo, las miradas se ponen alerta cuando el gobierno del elefante republicano está próximo a ‘certificarnos’ por nuestra lucha antidrogas. Dependemos existencialmente de que la nación más narcotizada del planeta nos firme un bendito papel que diga que sí hacemos la tarea al pie de la letra. ¿Y quién pone los muertos?

Estos días la prensa recogió la caída, hace 25 años, del capo del Cartel de Cali, Gilberto Rodríguez Orejuela. Más de dos décadas y la memoria sigue girando alrededor de un capítulo de nuestra historia, magnificado por canales de televisión que han mitificado la figura de ese otro genio del mal que fue Pablo Escobar, y de otros secuaces del mismo pelambre, como si no tuviésemos héroes de verdad sobre los cuales contar historias. Solo den una pasada por los canales de cable o por los servicios de televisión digital y cuenten cuántas versiones están al aire o disponibles sobre este delincuente.

Mientras los líderes sociales siguen siendo sacrificados en zonas apartadas de la geografía nacional, poniéndole el pecho a las balas de un enemigo que permeó a toda la sociedad, la cultura ‘traqueta’ se acomodó tranquilamente entre nosotros. No hay que ir muy lejos, por ejemplo, para comprobar que sus tentáculos han servido para elegir gobernantes, una y otra vez, arropados bajo el manto de clanes familiares que se perpetúan en el poder.

Cuántas tragedias, como la del entorno familiar de la Vicepresidenta, se cuentan por miles en Colombia por un delito cometido a manos de un familiar cercano. El libreto de la telenovela nacional sigue escribiéndose sobre un amor narcótico.

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