Decía Clemenceau, primer ministro francés protagonista del acuerdo de Versalles, que la guerra es demasiado importante como para dejársela a los generales. Hoy en día, dado el vacío ideológico y la desconexión entre el pueblo y sus dirigentes, se podría parodiar esa expresión afirmando que el Estado es demasiado importante para dejárselo a los políticos.
Los primeros que cayeron en cuenta, de manera desordenada y anárquica, del vacío entre la realidad cotidiana de los colombianos y su clase dirigente en general, fueron los manifestantes que se tomaron las calles. Sin una idea unificada sobre qué exigir, el movimiento ha perdido tracción entre los colombianos, sin que la insatisfacción desaparezca.
Seguidamente, un grupo de intelectuales sin filiación política decidió entrar al ruedo trayendo sensatez a la discusión con una declaración de principios que, si bien no pretende ser comprensiva, se destaca por su sensatez y permite iniciar una discusión alejada de los fantasmas del extremismo. Es un manifiesto que todos podemos acatar porque carece de posiciones polémicas, y por lo tanto, es útil para encausar el diálogo necesario para que halemos al país en la misma dirección.
Los trece puntos planteados por los académicos incluyen como punto central un compromiso con el desarrollo y la inversión sostenible como espada para luchar por un mejor nivel de vida de los colombianos. Ese desarrollo tiene que respetar al planeta en que vivimos y desembocar en beneficios para todos, para lo cual es necesario combatir sin cuartel la corrupción, el desempleo, el desamparo de los ancianos y la falta de acceso a la educación como factores asociados a la desigualdad de oportunidades.
Capítulo aparte de importancia mayor es el que los académicos mencionan con respecto al funcionamiento de una justicia eficaz y basada en meritocracia y, que garantice la vida de todos, incluidos líderes sociales y aquellos afectados por el remanente del conflicto armado.
El país debe instrumentalizar los principios que nos propone este manifiesto. Ahí está el meollo del asunto. De la continuidad de la discusión depende que se tome como una escaramuza o que se convierta en un gran comienzo.
