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Mauricio Cabrera Galvis
Sábado 28 de marzo de 2020 - 12:00 PM

Proteger también el empleo formal

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Las primeras medidas tomadas por el Gobierno para proteger los ingresos de la población ante el frenazo de la actividad económica ocasionado por la cuarentena obligatoria han estado dirigidas a los grupos más pobres y vulnerables de la sociedad. Van lentas y todavía no los incluyen a todos (faltan, por ejemplo, muchas de las víctimas y desplazados del conflicto), pero la prioridad era necesaria y son un paso en la dirección correcta.

Faltan medidas para auxiliar a otros dos grupos de personas que también han perdido o van a perder sus ingresos: uno, los trabajadores informales e independientes que ya han superado el nivel de pobreza, pero que dependen de su labor diaria para comprar el mercado. Dos, los trabajadores formales de empresas que han suspendido actividades por la cuarentena; las hay de todos los tamaños, desde Avianca y grandes cadenas hoteleras hasta el salón de belleza o el restaurante de la esquina.

Para el primer grupo, informales e independientes, existe la solución teórica -transferencias monetarias como a los más pobres- pero no el mecanismo práctico paraimplementarla, pues no existe ni el registro de quiénes son ni el canal para entregar el dinero. En Estados Unidos dentro del paquete de estímulos de USD2 billones se incluye la entrega de USD1.200 a cada ciudadano, pero tampoco saben cómo hacerlo. Aquí hay que empezar por apropiar los recursos y aprobarlos, al mismo tiempo que se diseña el mecanismo para realizarlos.

En el caso de los trabajadores formales, la estrategia para mantener sus ingresos es clara: hay que proteger sus empleos y que no sean despedidos. Por eso son acertadas, aunque insuficientes, las restricciones que ha establecido MinTrabajo a las suspensiones de contratos de trabajo o despidos masivos. No así, el permitir que los trabajadores recurran a sus cesantías para sobrevivir, pues esto es conseguir el pan de hoy con el hambre de mañana.

Empresas con gran solidez financiera, y sobre todo recursos en caja, deberían seguir el ejemplo de Arturo Calle y comprometerse a mantener a sus trabajadores así hayan parado la producción. Pero es imposible pretender que un restaurante, un almacén o una fábrica que han reducido sus ventas o su producción sigan pagando la nómina si no tienen ingresos. Esa es la situación de la mayoría de las empresas y por eso se requiere la intervención del Estado, porque la solución de la mano invisible del mercado sería despedir a los trabajadores. Los gremios han presentado al Gobierno numerosas propuestas para ayudar a las empresas; algunas pueden ser necesarias, pero ninguna garantiza que se mantengan todos los empleos. Para lograrlo se necesitan medidas radicales de parte del Estado como las que están adoptando en países como Dinamarca o Inglaterra.

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