En el Deuteronomio (15:11) se lee que siempre habrá necesitados en la tierra, lo cual conlleva que exista magnanimidad de parte de los favorecidos en la obtención y acopio de bienes de fortuna, que han de compartir sus haberes, espontáneamente y/o atendiendo obligaciones tributarias, dentro de la solidaridad que siempre ha de imperar en un Estado social de derecho, promoviendo el trabajo y su retribución ecuánime.
Es cuestión de ética individual y pública, que debe ser entendida como el conjunto, a la par tácito y explícito, de parámetros que regulan el comportamiento humano en su proyección social, tanto entre las personas ante sí mismas, como entre ellas y la administración oficial, para que prime el respeto común, se actúe correctamente y prevalezca el interés general.
Como enseña Adela Cortina, la ética es la disciplina que estudia las actitudes y costumbres del ser humano y las clasifica en virtudes y vicios, en acciones debidas e indebidas, convenientes y nocivas, con el fin de orientar el carácter y encauzar hacia aquellos hábitos dignos de ser imitados.
Siguiendo lo expuesto por la citada filósofa valenciana, no puede ser que el capitalismo mantenga el móvil fundamental constante de obtener la mayor ganancia posible e instaure el egoísmo como base antropológica del sistema, llegándose a que un empresario trate de hacerse el chistoso, al cuestionar públicamente “la ética para qué, si no produce dinero”.
Según pregonó Nicolás Sarkosy en el célebre discurso de Bercy, pronunciado el 29 de abril de 2007, poco antes de posesionarse como presidente de Francia, no se puede abonar el capitalismo sin escrúpulos y sin ética, propiciando “el triunfo del depredador sobre el emprendedor, del especulador sobre el trabajador”.
Expresidente Corte Suprema de Justicia y Corte Constitucional
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