miércoles, 31 mayo 2023
sábado 25 de marzo de 2023 - 12:00 AM

Ética

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Columna de
Nilson Pinilla

Reanudo con agrado la labor cumplida durante tantas semanas por mi hermano Luis Pinilla Pinilla, para sostener, a través de Vanguardia, la comunicación habitual con los amables lectores y presentar enfoques sobre temas de interés general, en desarrollo de ese valioso derecho fundamental que es la libertad de expresión.

El primer asunto a abordar es apremiante: Procurar el restablecimiento de la ética, mandato y necesidad social indispensable, que pareciese derogada en las prácticas comunitarias, pues ya no se actúa con espontánea corrección, respetando a los otros seres humanos, ni procurando desarrollar la solidaridad, que nos debe conducir no solo a no hacer al otro lo que no quisiéremos que se nos haga, sino, de manera positiva, otorgándole lo que desearíamos recibir.

Si procediésemos aupando el bien común, sin egocentrismo, haciendo prevalecer el interés general, como determina la Constitución Política de Colombia desde su artículo 1º, allanaríamos unas prácticas de convivencia apacible, que nos permitirían superar la altísima conflictividad que siempre nos ha afectado.

Como desde el año 2000 indicó Manuel Villoria Mendieta en su libro “Ética pública y corrupción”, editado en Madrid por Tecnos y la Universidad Pompeu Fabra, la ética pública debe entenderse como un hacer colectivo, un proceso en el que la comunidad y los individuos van generando aquellas pautas de conducta, que permiten un mejor desarrollo de la convivencia y una mayor expansión de la autonomía y la libertad del ser humano.

Ello parecería contradictorio, ya que la autonomía y la libertad se contraen ante el respeto a los demás, que impone restringir los actos propios. Pero actuar así conlleva beneficios societarios y, en consecuencia, también individuales, por el trato comedido y honesto a recibir recíprocamente, que al acarrear propagación y generalización paulatina, abrirá posibilidades de acción integradas, más seguras, sólidas y estables para todos.

Según señaló Juan Pablo II en la encíclica Veritatis splendor, se debe procurar una radical renovación personal y social, capaz de asegurar justicia, solidaridad, honestidad y transparencia.

Ciertamente, se está caminando bajo codicia, sin respeto a los derechos ajenos, resultando indispensable variar el rumbo YA, para atajar la desintegración social. El paso inicial está a nuestro alcance: cambiar cada quien hacia el beneficio de los demás, como pregonaremos desde esta columna.

Nilson Pinilla Pinilla. Expresidente Corte Suprema de Justicia y Corte Constitucional.

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