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Óscar Rey Vesga
Jueves 03 de noviembre de 2022 - 12:00 PM

Disciplina más que inteligencia

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La disciplina es la habilidad social que diferencia aquellos niños muy motivados a quienes se dan por vencidos fácilmente, así como múltiples estudios han establecido que la perseverancia es un predictor de éxito más fuerte que el coeficiente intelectual. Este debe ser un mensaje contundente a los padres que siempre defienden a sus hijos frente a las dificultades: mi hijo es distinto, tiene otras cualidades, algunas cosas le cuestan más trabajo que otras, eso no era para su edad. Ojo, no generar disciplina en los niños puede ir en contra de su éxito futuro. Aquellos que se esfuerzan y no se dan por vencidos ante los contratiempos, creen que sus esfuerzos valdrán la pena. Eso los mantiene motivados para trabajar duro y terminar lo que comenzaron, a pesar de las barreras que surjan.

Si bien el colegio está hecho para desarrollar habilidades tanto académicas como sociales, nuestro trabajo en casa debe ayudar a potenciar esa capacidad de perseverar. Debemos enseñarles a nuestros hijos que los errores son también oportunidades de aprendizaje, qué está bien equivocarse. Mostrarles como una tarea o responsabilidad muy grande se puede dividir en otras más pequeñas y que disfruten de esos pequeños triunfos. Es más importante celebrar el esfuerzo que el resultado final.

Sin embargo, para lograr lo anterior, es importante sortear algunas características muy comunes en los niños de hoy. Debemos enseñarles, y recordarles continuamente, mantenerse positivos, no decirse cosas negativas. En este mundo tan veloz, debemos garantizar su descanso, la fatiga y la ansiedad afectan desde los niveles de concentración hasta los patrones de sueño. Desconexión tecnológica, horas de acostada regulares y una buena alimentación son fundamentales. Tal vez la característica más difícil de todas es equilibrar, expectativas que son demasiado altas y pueden causar ansiedad, u otras demasiado bajas que pueden llevar al aburrimiento.

Finalmente, recordemos que nuestra labor como padres es acompañarlos, no solucionarle los problemas. Permitamos que se equivoquen, que den un paso atrás, y lo vuelvan a intentar. Dejemos que ellos mismos solucionen sus problemas más con disciplina que con inteligencia.

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