Hace un año, el concepto del metaverso estaba en boca de todos los apasionados de la intersección entre educación y tecnología. Se hablaba de una fusión perfecta entre el aprendizaje online y presencial, sin restricciones de tiempo ni distancia. Incluso, algunas universidades recibieron financiamiento de Meta para crear réplicas en línea de sus campus, conocidas como “metaversidades”. Similarmente, en Colombia también se han dado pasos hacia la implementación de este concepto.
Sin embargo, recientemente ha habido un silencio en torno al metaverso. Desde Meta hasta otros actores importantes en el sector, han desviado su enfoque hacia la Inteligencia Artificial (IA). Esto plantea la pregunta: ¿los proyectos en educación de ChatGPT y otras iniciativas han opacado al metaverso, al menos en el ámbito educativo? Además, ¿es posible que también se esté exagerando la revolución de la IA? Me lo cuestiono, pues la semana pasada, el CEO de OpenAI, Sam Altman, junto con otros líderes de la industria, expresaron su apoyo a una mayor regulación de la IA, en contraste con algunas grandes empresas tecnológicas que se oponen a la intervención regulatoria. Altman ve a la IA como una fuerza potencialmente peligrosa que debe ser controlada para prevenir y mitigar sus impactos negativos
Estos debates plantean interrogantes sobre el futuro de la tecnología y su impacto en nuestra sociedad. Mientras el metaverso parece haber perdido protagonismo, la regulación de la IA se ha convertido en un tema central de discusión. Será responsabilidad de los órganos de control definir las vías para una regulación equilibrada y basada en evidencia, aunque nadie puede garantizarlo. En la actualidad, ya contamos con herramientas que van mucho más allá de un simple chat. Existen IAs capaces de leer, resumir, debatir y comparar PDFs, y otras que permiten diseñar imágenes, presentaciones, juegos, páginas web o videos con solo algunas instrucciones.
Como estas mismas tecnologías pueden ser utilizadas de manera perjudicial, debemos aprender a usar las que nos sean útiles, pero de manera responsable y en beneficio de todos. Sin satanizar, así como sin adoptar sin filtro.