En el artículo escrito la semana anterior titulado “¿Cuánto efectivamente gana un administrador?, se analizaba cuánto era el verdadero reconocimiento económico por su ejercicio contractual después de deducciones. Con su publicación, varios comentarios de mis lectores me hicieron pensar en la otra cara de la moneda; en calidad de consejeros de administración, qué es lo que vemos y con base en qué terminamos justificando los honorarios cancelados: 1. El administrador presenta una hoja de vida y nunca una propuesta de trabajo; haciendo que su actividad se convierta (sin serlo) en un trabajo operativo. 2. Nunca realizan un estudio de la copropiedad a la que tienen intención de ingresar, luego no presentan un plan de trabajo con proyección de resultados. 3. En sus presentaciones hablan maravillas de ellos mismos, pero nunca interconectan estas con la copropiedad que aspiran. 4. Nunca presentar un catálogo de servicios, simplemente se intentan vender como personas. 5. Sus capacitaciones son generales, pero generalmente no del sector inmobiliario que van administrar y de sus necesidades. 6. Cuando se les pregunta de los honorarios no tienen un valor estipulado, sino generalmente se someten a lo aprobado en la asamblea y muchas veces por un precio menor. 7. No ven su actividad como un ejercicio profesional de administración, sino como un oficio. 8. Se dejan maltratar e injuriar y nunca interponen una acción para hacer valer su honor y reputación. 9. Nunca velan por que sus miembros de consejo se capaciten para ejercer con capacidad y dignidad el cargo y solo se limitan a satisfacer sus directrices muchas veces contrario a sus propios principios. 10. No elaboran una debida información sobre la actividad que realizan y la comunidad termina dándole el valor de su ejercicio a terceros.
Agradezco a quienes comentaron mi artículo anterior, que me hicieron ver esta otra cara de la moneda; que pone en evidencia la necesidad que los administradores se promuevan como profesionales, más que como personas operativas para su oficio; que identifiquen sus criterios de valor para que lo sepan proyectar en las copropiedades que trabajarán. Pues si seguimos con este esquema, no vamos ayudar al desarrollo inmobiliario, ni a mejorar los ingresos de aquellos que con tanto sacrificio trabajan por todas estas comunidades.