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opinion/columnistas/rodrigo javier-parada
Miércoles 02 de junio de 2021 - 12:00 PM

El desprecio del deporte

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El domingo pasado Egan Bernal se coronó campeón del Giro de Italia, y fue como una especie de bálsamo de tranquilidad para un país que lleva más de un mes en paro. Como siempre, al bus de la victoria se subieron desde el presidente hasta los concejales. Inmediatamente empezaron a rodar mensajes que daban cuenta de cómo Egan había tenido que pedir donaciones para ir a sus primeras competencias, y las reacciones de los internautas no se hicieron esperar.

Para nadie es un secreto que en nuestro país el apoyo al deporte es casi nulo y que muchos profesionales deben optar por acudir al sector privado para financiar sus competiciones. Ni qué decir de los aficionados que pocos espacios tenemos (y acá me incluyo) para practicar cualquier disciplina deportiva. Peor aun sucede con los jóvenes talentos que no sólo no tienen apoyo estatal o espacios para practicar, sino que deben ser sometidos a toda especie de restricciones y limitaciones. Por ejemplo, hablemos del ciclismo.

En Santander el número de ciclistas profesionales y aficionados es cada vez mayor. Para la muestra, hace un par de meses Gustavo, un joven emprendedor, inició una cruzada para promocionar diversas rutas de nuestro departamento, y dentro de pocas semanas abrirá su segunda sede. Aun así, las restricciones para la práctica del ciclismo son cada vez mayores.

En el área metropolitana de Bucaramanga los hurtos de bicicletas han aumentados notablemente, en exactamente las mismas zonas que las autoridades han detectado. Esto, sumado a que en las rutas compartidas con vehículos, el acompañamiento de las autoridades de tránsito es nulo. En vista de eso, muchas personas han optado por acudir a otros sitios, y se han encontrado con una restricción que considero irregular.

Aun cuando todos los espacios deportivos a cargo del municipio son públicos, en el velódromo “Alfonso Flórez” es obligatorio contar con inscripción a la liga de ciclismo, la cual, por supuesto, tiene un costo. Aun así, dichos dineros van a manos de particulares, que se lucran sin que exista concesión legalmente otorgada. Recientemente una aficionada elevó unas solicitudes y el Inderbú respondió que desconocía tal exigencia. Lo cierto es que el cobro ha existido, hasta para aquellos que ven el deporte un camino para salir de la miseria.

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