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Santiago Gómez
Jueves 18 de noviembre de 2021 - 12:00 PM

Diversidad cuestionada

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En la Revista Forbes, el economista Javier Mejía publicó hace poco un artículo que llamó mi atención y que cuestionaba con argumentos sólidos y sensatos el discurso rayado de que Colombia es un país social y culturalmente diverso. Mejía contradice esa bandera identitaria que repetimos como loras mojadas aquí y el extranjero en varios sentidos.

Primero, en estudios sobre diversidad cultural como el del Pew Research Center se cataloga a Colombia como un país muy poco diverso. Segundo, intuitivamente si se quiere, aunque puede demostrarse estadísticamente también, la abrumadora mayoría de colombianos hablan el mismo idioma, profesan la misma religión y racialmente provienen de familias mestizas.

Esta confusión es explicada por el columnista por una errónea equiparación de mestizaje con diversidad cultural. Una cosa es diferente a la otra y los creadores del eslogan de la diversidad lo han confundido convenientemente. El colonialismo ibérico, dice, unió diversas culturas y razas provenientes y originarias de Europa, África y América, pero esos ingredientes identitarios se han fusionado hasta configurar una estructura demográfica culturalmente homogénea. La existencia de muy reducidas minorías raciales y culturales, claramente excluidas del proyecto identitario nacional no soporta esa mentada diversidad.

Pero quizás la conversación más interesante que pone sobre la mesa la reflexión de Mejía es que el reconocernos tan diversos en el discurso cuando en la práctica no lo somos, justifica hoy y ha motivado siempre unas prácticas segregacionistas injustificables estadísticamente que han derivado en, ahí sí, diversas formas de violencia que han azotado siempre a este país, a la vez que permiten regionalismos artificiales que motivan discriminaciones y replican discursivamente generalizaciones peligrosas que muchas veces derivan en violaciones flagrantes a los derechos humanos.

El remate del artículo es genial y reconoce de frente la responsabilidad de estas construcciones artificiales de identidades fragmentadas en la desigualdad cuando afirma que “en vez de romantizar una idea vacía de diversidad, lo que deberíamos hacer como país es aceptar nuestras similitudes y construir una identidad sobre los elementos que nos unen. Aceptar que somos muy parecidos es un paso indispensable para destruir las barreras artificiales con las que sostenemos un sistema extremadamente injusto”.

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