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Santiago Gómez
Jueves 23 de enero de 2020 - 12:00 PM

Tránsito

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En Bucaramanga ya no se puede transitar tranquilamente por las calles.

El entrante Director de Tránsito tiene retos mayúsculos que pasan principalmente por la depuración de la entidad y el combate frontal de la corrupción, pero también temas operativos que tienen que ver con la eliminación o formalización del mototaxismo, el control mayor a infractores y la procuración del aumento de alféreces cualificados para controlar el tráfico de una ciudad caótica.

Pero también el entrante funcionario debe tener claro que detrás de todos los problemas de tránsito en la ciudad, hay una grosera falta de cultura ciudadana que debe también hacer parte clave de su plan de acción para los próximos años.

En Bucaramanga la gente parquea donde y cuando se le da la gana y las motos conducen de manera imprudente haciendo adelantamientos por la derecha, zigzagueando entre automóviles, circulando con parrillero y en ocasiones con tres personas a bordo.

Los peatones no usan las cebras ni los peatonales, la agresividad al volante parece contaminar más que los exostos de los carros no aptos para circular.

La invasión del espacio público y el mal de estado de los andenes pone en riesgo a los peatones y pueden generar accidentes automovilísticos evitables.

Hay mucho por hacer desde la Dirección. Pero ella por sí sola no podrá solucionar ninguno de los problemas mencionados. Solo una actuación integral y coordinada entre varias instancias del gobierno local y un apoyo político importante desde del Despacho del Alcalde, así como la actuación de una ciudadanía responsable, podrán sin tanto traumatismo mejorar el tráfico bumangués.

Garrote para los infractores y zanahoria para motivar las conductas favorables, junto con altas dosis de cultura ciudadana y la decisión política para quebrarle el espinazo a la corrupción del sector, son requisitos indispensables para darle la vuelta al caos en que hoy se encuentran las vías de la ciudad.

El tránsito es cuestión de todos, y es una de las externalidades que más impactan –para bien o para mal- la calidad de vida de los ciudadanos en urbes que crecen tan rápidamente como la nuestra.

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