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Santiago Gómez
Jueves 16 de enero de 2020 - 12:00 PM

Triqui triqui, Hassan

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El presidente Duque sigue escondiendo la cabeza en el caparazón de sus dudas. Siguen muriendo líderes sociales en este país, siguen interceptando las comunicaciones de funcionarios de la oposición, periodistas y rivales del Centro Democrático, sobre lo que no ha habido de parte de Palacio pronunciamientos públicos contundentes ni acciones que eviten el regreso a épocas oscuras de acoso a quienes no comulgan con los ideales de la derecha en Colombia. Peor aún, siguen asumiéndose los problemas evidentes (heredados algunos, otros no) con pañitos de agua tibia y lanzamientos de caramelitos a una ciudadanía que este 21 de enero volverá indignada a las calles. El espejo retrovisor ya no le funciona a este gobierno, a pesar de que le sirvió para elegirse, pero a un presidente le corresponde solucionar los problemas que ha generado y los que se han creado durante el mandato de sus antecesores.

Según declaraciones de su ministro estrella, Duque sabía de las chuzadas de Nicacio al menos desde el 12 de diciembre cuando le llamaron directamente a advertirle sobre el escándalo. Preocupa también la renacida politización de los servicios de inteligencia castrenses, como en su momento estuvieron los del extinto DAS, que según la revista Semana pasaban información, privilegiada y no adquirida legalmente, al partido de gobierno. Preocupa la muerte de más de un líder social diario en este país y la incapacidad del Estado para evitarlas (para no entrar siquiera a cuestionar su interés por impedirlas). Preocupa que Nassar no haya sido asertivo en comunicar claramente los logros puntuales del presidente en al menos estos dos aspectos, pero preocupa más que la discusión sobre la estrategia comunicativa de Palacio se zanje con la justificación de que la imagen del presidente repartiendo caramelitos en Chocó no es ofensiva y debemos agradecerla. Argumentar en torno a la superficialidad de las redes no puede ser la prioridad del asesor presidencial para las comunicaciones. Sí debe serlo advertirle a su jefe que espectáculos como ese puede ser usado en su contra en un momento en que ni su popularidad, ni su margen de acción le permiten pegarse esas resbaladas.

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