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Sergio Rangel
Viernes 30 de septiembre de 2022 - 12:00 PM

Busca trabajo

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Caminaba por Bogotá en busca de trabajo y vi un letrero en las escalinatas de un edificio, “Aquí es”. Subí hasta un cuarto piso de aquel viejo edificio sin ascensor y sin electricidad, bombillos reventados colgaban de ennegrecidos cables. “Buscamos hombres osados. Qué experiencia tiene”, dijo una voz ronca de gafas oscuras desde la profundidad del cuarto. Pensé en un sitio donde nadie podría constatar mi experiencia. Las selvas del Amazonas. Le dije. Me quedé sin alimentos en mi mochila y me lancé por el Río Nápo, el más caudaloso del mundo. A brazo partido bajé por ese río hasta que me di cuenta que había pasado su desembocadura en el Amazonas y me devolví nadando. Olvidé decirle que era Carlos el Venezolano. Fui lanzado desde un avión para estudiar un proyecto de Chávez sobre la biodiversidad. Caminé muchos días, sin encontrar ningún animal menos algún humano. Comencé a comer hormigas que atrapaba de los árboles con hojas en sus tenazas. Siempre sostuve en mis clases en la universidad que terminaríamos comiendo hormigas cuando nos faltaran los alimentos cultivados y recordé una frase. “No se puede siempre confiar en el destino”, me sonrojé cuando todos dijeron ¡oh! Noté que de tanto caminar entre los árboles mi piel estaba adquiriendo un tinte verdoso. Mientras continuaba contando mis historias y mi interrogador parecía haberse dormido, resolví cambiar el rumbo de mi relato, sabedor que no existe relato sin el que aparezca una mujer. La inventé acurrucada detrás de un árbol. “He dado en el blanco”, le dijo ella al papá. El jefe de la tribu, mientras la escuchaba relamía un hueso que me pareció el fémur de un humano. Terminé sumido en la desesperación. Los hombres cocinábamos, las labores del hogar eran de nosotros. Ellas pescaban, cazaban, jugaban “turmequé”, pero la crueldad infinita, fue cuando me colocaron un aro en la nariz para conducirme al chinchorro a las patanerías que a ellas se les ocurrían en las noches. Millares de ranas a la lejanía parecían aplaudir en coro la anotación del equipo ganador. El entrevistador pareció despertar de su sueño y gritó “firme aquí”. Es el único experimentado. Podrá resolver los problemas que azotaran al mundo. Nadar en ríos ya secos como el Nápo y el Amazonas. El gobierno de Petro quiere hombres osados. Su única falla es jamás ha usado la coca ni el yagé. Pero ya las usará para bien de la humanidad. “¿Qué hago señor? Tomará un avión, se lanza sobre la selva amazónica e inicia cursos de inglés con los indígenas y de crucigramas”. 30 años después salí y Petro todavía era Presidente.

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