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Sergio Rangel
Sábado 19 de noviembre de 2022 - 12:00 PM

Ester Mantilla Mantilla

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“Honrarás el rostro del anciano”. Levítico 19:32

Falleció esta semana Ester Mantilla Mantilla. Mi lectora desde los tiempos en que comencé a escribir disparates en esta página de Vanguardia. Estaba próxima a cumplir los 105 años de existencia. Me llamaba al celular para comentarme el artículo y muy discretamente me decía que la había hecho reír. Nunca se quejó de achaques, su discreción era absoluta. Tampoco tuvo la vejez como una aflicción. Quizás la tomó como una manera de descubrir el mundo de los otros, oír y dejar hablar, así lo hacía ella. Era la manera de encadenarse a ese mundo, por lo que seguramente jamás tuvo curiosidad de saber la vida de los demás. Le oí decir a un cardiólogo amigo que generalmente el corazón no envejece, de ahí que es posible amar en silencio. Ahora que soy también un viejo, comienzo a entender esa sabiduría de Ester Mantilla Mantilla, abandonar las cosas que nos puedan arrollar. El amor, la solidaridad, la ciencia tomarlos con buen humor, crear, gozar, soñar y esperar. De Nietzsche recuerdo haber leído alguna vez, que la humanidad ha podido sobrevivir gracias a estas ilusiones, olvido y despreocupación, así se logra morir sin sufrir. Ester vino a Sierra Morena, nuestra finca, acompañada de todos los parientes lejanos y cercanos, para celebrar los 100 años, alegre, con mesura, muy sociable, pero sin pretender ser escuchada, prudente y dulce. Es la manera como quieren vivir los viejos al final, “solos”. Por supuesto que los viejos tenemos ahora internet, los “benditos” celulares, que se deben manejar con prudencia.

Por internet me puse a buscar lo que fue importante en 1918, año en que nació Ester Mantilla Mantilla. Había 5 millones 885 mil 77 habitantes en Colombia. Marco Fidel Suarez fue elegido presidente de la Republica. El salario mínimo mensual eran $50. Se funda la Universidad Libre. Nació el líder africano Nelson Mandela. Se estrena la película de Chaplin “Armas al hombro”, etc.

Hubiese querido asistir al sepelio de Ester. No tuvo contemporáneos que la despidieran. Supe que un vigoroso aguacero de estos tiempos de invierno la acompañó como despedida. Para qué más. Como corolario... Algo de Nietzsche, en “Así Hablaba Zaratustra: “¿A quién hablaré hoy? El mundo plagado de malvados. Los amigos actuales no saben amar. Los corazones son codiciosos. ¿A quién hablare hoy? ¿Quién tiene el rostro sereno? Me falta un confidente”.

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